03 julio, 2023

Dormitorios.

En estas tórridas noches veraniegas en las que tanto cuesta conciliar el sueño por el calor, cuando el cuerpo cansado reclama dormir, no estaría mal que nos diésemos un imaginario paseo por aquellas calles que fueron lugar de merecido descanso para muchos, y no nos referimos a vías con lujosos hoteles, dignas pensiones o populares posadas; pero como siempre, vayamos por partes. 

Ciudad conventual, como se ha dado en llamar, Sevilla albergó en su mejor etapa histórica casi cien conventos o monasterios, tanto de órdenes femeninas, muchas de clausura, como masculinas. El concepto de convento como "micro ciudad" quedará claro desde el primer momento siguiendo modelos arquitectónicos traídos de fuera, pues el claustro o patio principal será casi como la plaza mayor a la que darán las "calles" o pasillos que a su vez llevarán a otras dependencias, siempre otorgando el mayor protagonismo al templo. Dentro del entramado de habitaciones o estancias que poseía cualquier monasterio o convento, como la Sala Capitular, la Enfermería o el Refectorio, del que hablamos en su momento, otro lugar, aunque secundario lo constituían los dormitorios para la comunidad. Habitualmente eran comunes, enormes salas corridas apenas divididas con cortinas, en otras ocasiones existían celdas individuales que aunaban austeridad con aislamiento y por supuesto, mención aparte, las habitaciones del prior, superiora, abad o madre general, quien por su cargo poseía estancias quizá algo más destacadas. 

En cualquier caso, los dormitorios conventuales solían situarse en plantas baja (para verano) y altas (para invierno), quizá encima de la zona de cocinas para aprovechar el calor que provenía de las mismas y conectados al claustro y no lejos de la iglesia, ya que era habitual que los monjes o religiosas tuvieran que levantarse, previo toque reglamentario de campana, para rezos a horas nocturnas intempestivas diariamente, como para Laudes o Maitines. El hecho de colocar los dormitorios por encima de otros aposentos tenía que ver, seguramente, con la idea de aislamiento en altura del exterior y el impedir que por esa zona alguien entrase... o saliese, aunque no faltaban fuertes rejas de forja para impedir tal circunstancia.

Despojados de su función, se conservan los antiguos dormitorios del convento de Santa Clara o los de Santa Inés, ambos con la misma función como salas de exposición, o los de Santa Rosalía, utilizados como espacio para celebraciones gestionado por las propias religiosas para allegar fondos a su comunidad. No es de extrañar, por tanto, que en Sevilla se conserve aún hoy una calle con el nombre de Dormitorio, la que va desde la Plaza del Cristo de Burgos hasta Alhóndiga y cuyo origen está en esa estancia perteneciente al convento de Trinitarios Descalzos, del que se conserva por fortuna su torre e iglesia, sede ahora de la Hermandad del Cristo de Burgos. El nombre al menos ya existía en 1728, pero probablemente se utilizase de mucho antes. 

Foto: Reyes de Escalona. 

Calle con mucha circulación rodada, y que forma un trazado ligeramente curvo, a comienzos del siglo XX estuvo en ella, en el número 6,  la Fundición de Manuel Grosso ya allí al menos en 1860, y de la que salieron piezas para el Palacio de San Telmo o la Catedral; el edificio, puede que ya sin uso,  despertaba denuncias como ésta recogida en el diario El Liberal de diciembre de 1918:

"Se nos quejan los vecinos de la calle Dormitorio de que la fachada de la casa número 6 está convertida en mingitorio público, hasta el extremo de que el rincón lo ponen intransitable los numerosos desaprensivos que allí evacuan sus necesidades. Sería conveniente que por la brigada de desinfección se saneara aquel lugar, que buena falta le hace. También nos dicen que la farola del centro de la calle está apagada desde tiempo inmemorial, y como el pavimento está imposible, los vecinos de la calle Dormitorio viven mejor que quieren".

Foto: Reyes de Escalona. 

 En su esquina con la plaza del Cristo de Burgos alberga el conocido Bar Coloniales, fundado en 1992 pero que posee antecedentes de una antigua tienda de vinos y comestibles, recuerdo quizá de cuando aquella zona era llamada Vinatería, coincidiendo con el sector de Sales y Ferré, por la presencia de numerosas tabernas (quizá de ahí provinieran las quejas vecinales por "aguas menores" en la calle). 

Sin embargo, hubo otras calles "Dormitorio", hoy desaparecidas o con nombres distintos:

Dormitorio del Carmen, el tramo de la actual Pascual de Gayangos, en el barrio de San Lorenzo, llamada así porque los mencionados dormitorios del convento Casa Grande del Carmen daban a esa zona, de hecho en la actualidad a esa calle da la salida de la Escuela Superior de Arte Dramático, ubicada en ese antiguo e importante convento. Como curiosidad, en esta calle vivió durante un tiempo el poeta Gustavo Adolfo Bécquer, cuando un tramo de esta calle recibía un nombre peculiar: Espejo. Lo olvidábamos, Pascual de Gayangos, nacido en Sevilla en 1809 fue un destacado historiador, erudito y catedrático de Lengua Árabe en Madrid. 

Si tuviésemos que descubrir la calle Dormitorio de San Pablo tendríamos que acudir al tramo de la calle Bailén pegado a la puerta secundaria de la parroquia de la Magdalena, ya que se tienen noticias del uso de tal nombre desde al menos el siglo XV en alusión a que en esa zona estaban esos aposentos del convento dominico, que posteriormente quedó convertido en parroquia; en el siglo XIX la calle perdió el nombre de Dormitorio por el de la célebre batalla de la Guerra de Independencia, y además una serie de nuevas construcciones dejaron "invisible" el ábside de la iglesia, aunque se mantiene abierta la puerta trasera que da a su sacristía, con la consabida lápida de mármol para solicitar la administración de los últimos sacramentos a deshoras. 

Foto: Reyes de Escalona. 

Otro de los grandes conventos masculinos, el conocido como Casa Grande de la Merced, poseyó una extensión mucho mayor a la actual, limitada ahora a patios, dependencias e iglesia del Museo de Bellas Artes; se sabe que existió una calle llamada Dormitorio de la Merced, llamada así todavía en el siglo XVII. Quizá a la altura de la calle Cepeda, muy cerca de la capilla de la Hermandad del Museo, sería buena prueba de lo comentado, ya que hay que pensar que la actual plaza del Museo es fruto de la demolición (entre 1840 y 1860) de todo un sector edificado perteneciente a este convento mercedario, escenario de cierto macabro suceso que ya hemos narrado por estas páginas.

El convento de Madre de Dios, recientemente restaurado, posee una hermosa fachada que da a la calle San José, a medio camino entre Santa María la Blanca y San Nicolás; como imaginará el lector, la calle Dormitorio de Madre de Dios se situó en uno de los laterales del claustro,  con ese nombre se mantuvo hasta el siglo XVIII en el que curiosamente pasó a denominarse Soledad en honor a un retablo callejero dedicado a una imagen de la Virgen con esa advocación. Por si alguien quiere visitarlo, aún es posible recorrer dicho claustro, ya que pertenece ahora al Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (CICUS) y en él se organizan diversas actividades. En esta calle destaca por su belleza el antiguo palacio del caballero Ibarburu, del siglo XVIII, con hermosos patios y monumental escalera con azulejería, en el que desde 1946 se halla situado el Instituto Británico. Por cierto, el nombre de Soledad se sustituyó por el de ahora, Federico Rubio, en 1900 en honor al médico y cirujano fundador de la Escuela de Medicina que ocupó parte del convento de Madre de Dios.

Existió también la calle Dormitorio de los Viejos, que aludía a la presente calle Viejos en la zona entre San Juan de la Palma y San Martín; el nombre se debió a la presencia del edificio del Hospital de San Bernardo, rehabilitado ahora tras muchos años en ruinas, que acoge un Centro de Participación Activa para Mayores y cuya iglesia esa ahora sede de la Hermandad de la Divina Pastora de Santa Marina. Por cierto, el Hospital de los Viejos, como también se le conoció, fue una residencia de ancianos creada en allá por el siglo XIV, concretamente en 1355, por lo que se considera que fue una de las instituciones geriátricas más antiguas de toda Europa, pero esa, esa ya es otra historia. 


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