En esta ocasión vamos a encaminar nuestros pasos hacia una zona muy transitada de Sevilla, próxima a la calle Sierpes, sede de palacios, colecciones pictóricas, periódicos centenarios y que en su tiempo poseyó una Cruz con una curiosa historia; pero como siempre, vayamos por partes.
Desde la intersección de las calles Méndez Núñez y Carlos Cañal, hasta otra intersección, la existente entre General Polavieja y Almirante Bonifaz, discurre la calle Albareda, aunque hay que destacar que este nombre es relativamente moderno, como veremos.
Afirma el Diccionario Histórico de las Calles de Sevilla que, desde al menos el siglo XIV, era conocida esta calle como la de Catalanes, debido probablemente a que tras la conquista de Sevilla por Fernando III el Santo gentes de aquella región se asentasen en este sector de la ciudad, uno de los más comerciales y populosos; además, como recogió Fermín Arana de Varflora, concedió a los catalanes privilegios económicos y hasta el permiso para una carnicerías que todavía seguían funcionando a pleno rendimiento a principios del siglo XVII. El mismo autor, allá por 1804, destaca que en esta calle tenía su sede el Hospital de la Orden Tercera de San Francisco, bajo la advocación de San José, fundado por Bartolomé de Urbina en 1755 y que habría estado ubicado en el tramo perpendicular a la calle Jaén que da a la Plaza Nueva.
Curiosamente en el plano ordenado trazar por el Asistente Pablo de Olavide en 1771 la zona aparece reseñada con el peculiar título de Cruz del Negro, muy relacionada con la esclavitud en Sevilla aunque de una manera muy especial. Corría el siglo XVII y las diferentes cofradías y hermandades de la ciudad rivalizaban en devoción, suntuosidad y solemnidad a la hora de celebrar los cultos dedicados a una de las grandes e históricas devociones de la ciudad: la Inmaculada Concepción.
Crónicas de la época narraban que una de las corporaciones que más se distinguió con sus cultos fue la de los Negros pese a que, dado el carácter humilde de sus componentes, no siempre conseguían los fondos monetarios necesarios para tal propósito, de ahí, llegado el caso y como bien narra el profesor Isidoro Moreno en la historia de esta Hermandad, que dos oficiales de su junta de gobierno, Fernando de Molina y Pedro Francisco Moreno decidieron sacrificarse y poner a la venta su propia libertad al precio de cien pesos cada uno, recorriendo las calles principales de Sevilla pregonando tal "autoventa", ante la mirada de los sorprendidos viandantes que quedaron vivamente impresionados por el desprendido gesto de los cofrades de la Virgen de los Ángeles.
Llegados a la desembocadura de la calle Catalanes con Colcheros, ahora Tetuán, no lejos de las tapias del convento Casa Grande de San Francisco, se detuvieron y comprobaron que gracias a las limosnas recogidas se habían obtenido ochenta pesos, que sumados a los ciento veinte que como limosna entregó Jerónimo Rodríguez de Morales permitieron al fin celebrar los ansiados cultos con todo el boato y dignidad requeridos, sin que sus vidas terminasen esclavizadas. Como recuerdo, en ese mismo lugar quedó colocada la llamada Cruz del Negro, que se mantuvo allí al parecer hasta el 20 de julio 1836 en que fue retirada por el ayuntamiento a fin de facilitar el tránsito procedente del Convento Casa Grande de San Francisco, entonces convertido en cuartel y al que se le había abierto una nueva puerta por aquel lateral. El nombre, pese a todo se mantuvo, en la conocida Tienda del Negro, taberna que Álvarez Benavides, allá por 1874 llegó a conocer y a describir de esta forma:
"Establecimiento en su clase de los más antiguos en esta ciudad, contando ya con 121 años por lo menos en el mismo punto en que se halla. La puerta principal de esta casa es una verdadera crónica de sus diversos dueños o arrendatarios, pues en sus hojas se hallan toscamente grabados y en caracteres más o menos bien hechos, muchos nombres y apellidos de dichos dueños con las fechas en las que comenzaron a regentar el establecimiento."
José Gestoso descubrió, gracias a los padrones municipales de aquellos años, que allá por el siglo XVI vivían en la calle Catalanes desde Juan Díaz, de profesión alforjero, hasta Ferrand González, afinador, pasando por el organero Hernando de Piedrahita o un colchero apellidado Maldonado, sin olvidar que en el siglo XIX tuvieron allí su palacio los condes de Castilleja de Guzmán, famoso por acoger fiestas de la altas sociedad sevillana o, periódicos diarios diversos, como La Andalucía, con oficinas en el número 4 de la calle Catalanes o, en el desaparecido número 17, El Correo de Andalucía, fundado por el cardenal Marcelo Spínola en 1899 y cuyo primer número vio la luz el 1 de febrero de aquel año.
En 1842, una denominada "Noticia de los principales monumentos de Sevilla", especie de guía para visitantes editada por el periódico local El Sevillano, mencionaba que en el número 10 de la calle vivía el señor Aniceto Bravo, al que dicha publicación consideraba poseedor de una de las mejores colecciones pictóricas de Sevilla, con obras de Velázquez, Murillo, Zurbarán, etc., sin menoscabo de pinturas de autores extranjeros. Poco se sabe del posterior destino de la gran colección de Aniceto Bravo, uno de los impulsores del comienzo de las excavaciones en Itálica en 1839 y a quien el viajero Richard Ford llamó "ignorante mercader de tejidos", pero todo parece indicar que fue puesta a la venta por sus herederos, y algunas piezas pasaron a engrosar la llamada Galería de Luis Felipe en el museo del Louvre, aunque otras quedaron en Sevilla.
Mención especial merece el edificio que se encuentra en la esquina de la calle Albareda con Tetuán, y que ahora es sede de una entidad bancaria sucesora del desaparecido Banco Coca. Construido en 1802, como ha descubierto el investigador Marcos Fernández, posee un patio central arcos y columnas a semejanza de esquemas del siglo XVIII y resulta ser uno de los inmuebles más antiguos de la calle pese a las sucesivas reformas a las que ha sido sometido.
En 1888 finalmente, el Ayuntamiento decidió sustituir el nombre de Catalanes por Albareda, en honor al gaditano José Luis Albareda y Sezde (1828-1897), abogado por la Hispalense, fundador del periódico El Contemporáneo y que llegó a ostentar el puesto de Senador por Sevilla, gobernador civil de Madrid y la cartera de Fomento, siendo uno de los partidarios de Amadeo de Saboya para ocupar el trono español allá por 1871, pero esa, esa ya es otra historia.
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