30 diciembre, 2024

Noches Viejas y de Reyes.

Cerramos el año y para la ocasión, vamos a intentar dar a conocer algunas curiosas diversiones que tenían lugar en nuestra ciudad coincidiendo con la Nochevieja y Epifanía; así que, para variar, vamos a lo que vamos. 

La costumbre de celebrar la Nochevieja, sostienen algunos, arranca con la implantación del calendario gregoriano allá por 1582; en Sevilla no es tan antigua como pudiera parecer, aunque en la prensa local de finales del siglo XIX y comienzos del XX hay alusiones a fiestas organizadas por casinos, entidades y asociaciones, que adornaban sus salones para costeados banquetes que solían finalizar con bailes de gala en los que no faltaba el consumo de alcohol, las bromas o incluso los disfraces. En 1931, por poner un ejemplo, organizaron Bailes de Fin de Año el Centro Cultural del Ejército, el Círculo Cultural de Izquierda Republicana y la Unión Comercial; en el primero tenían prometida su asistencia "distinguidas familias", en el segundo habría "un exorno artístico del amplio local" y en el tercero la celebración, para que sirva como referencia, comenzaría a las diez de la noche.

 Por aquel entonces ya se consideraba una tradición el "comer las uvas", aunque hay que decir que su consumo era tradicional en las mesas sevillanas hasta que quedó casi "institucionalizado" que se tomasen doce uvas acompañando las doce campanadas de la medianoche que daba paso al Año Nuevo como gesto de buena suerte ante los doce meses venideros. El origen no está del todo claro, incluso hay quien alude a un excedente de cosecha de uva de mesa en la zona alicantina del Vinalopó y otros, simplemente, hablan de la exportación de una costumbre originaria de Francia en torno a 1894. 

En cualquier caso, en 1911 la prensa hacía alusión a un gesto que esta popularizándose cada vez más, sobre todo en la capital de España y ante el reloj de la Puerta del Sol, lo que, como puede apreciarse, no ha cambiado con el paso de los años. Del año siguiente hemos recogido una curiosa reseña teatral sobre las funciones que tuvieron lugar en la noche del 31 de diciembre en el Teatro del Duque: 

"Por la tarde y noche se vio muy concurrido este teatro, donde fueron las obras puestas en escena muy aplaudidas, particulamente Lucha de amores y La niña de los besos, donde, como siempre, fue repetida la Cachimba zampaguita.

En el último cuadro de la obra dieron las doce, y como no era cosa de dejar de comer las uvas, los artistas encontraron discreto medio para no olvidar esta preocupación, que ya es cosa sancionada en esta tierra."

Un inciso, la "cachimba zampaguita" alude a un pícaro baile con abundancia de dobles sentidos que tenía lugar con música del maestro Manuel Penella y letra de Miguel Mihura y Ricardo González y que era esperado por el "respetable" con auténtica pasión. 

Por cierto, como siempre ocurre en estos casos, siempre hubo quien aprovechaba las nuevas modas, allá por 1923 para hacer publicidad de su negocio, con un anuncio cuyo texto no podemos resistir el transcribir: 

"Las 12 Uvas. Siguiendo la Tradición. 

La tradición se impone, y hay que vivir con ella. ¿Quién dejará de comerse el día 31, a las doce de la noche, las doce uvas de la suerte? Unos en casa, otros en la calle, por si o por no, todos las tomamos. ¡Imposible sustraerse a la superstición! En teatros, Círculos y cafés no se deja de cumplir con el imperativo de la costumbre, y rindiéndose a ésta, el dueño del Bar Jerezano, Fernández y González 14 (en la misma Plaza de San Francisco), tendrá a disposición de sus clientes las doce clásicas uvas, para celebrar la entrada de año. Pero como no sólo de uvas se vive, el oloroso Corregidor -el vino más jerezano que se bebe- hará su agosto. Por 0,50 un chato, no hay quien paledee mejor caldo de Jerez. La manzanilla fina Delgado Zuleta -0,40 el chato- es otra especialidad de la casa, y por ese orden los demás licores y vinos de todas las marcas. 

Nota importante: se comprometen a no servirles ninguna tapa repetida. ¿Hay quien ofrezca más? Igual ocurre con los fiambres, desayunos y bocadillos. El día 31 será con nosotros, en el Bar Jerezano, Fernández y González, 14." 

Saltamos fechas impacientes en el almanaque. Dejamos atrás cotillones, matasuegras y serpentinas. El 5 de enero, cuando aún no se celebraban Cabalgatas, eran muchos los jóvenes, y no tan jóvenes, que salían a las calles o al campo a cumplir el rito de "Esperar a los Reyes Magos de Oriente", costumbre ésta que documentó en 1883 el historiador e investigador del folklore Luis Montoto, importante figura de su época que heredó el nombre de la calle Oriente, ni más ni menos. ¿Qué era eso de esperar a los Reyes la noche de la víspera de Epifanía? 

"Para recibir a los ilustres huéspedes reúnense diversas comparsas;  y unos llevan hachas de viento, otros cencerros y campanillas, y los más forzudos escaleras de mano. Desde primeras horas de la noche, corren por las calles y plazas como alma que lleva el demonio, ensordeciendo al vecindario con su ruido. Porque es de saber que a los cencerros y campanillas añaden los muchachos caracoles, que hacen las veces de trompas, y piedras y latas y pitos, y cuanto puede producir estrépito."

Por cierto, las hachas de viento contaban, según el Diccionario de la Lengua, de una mecha de esparto y alquitrán, y a veces, cera, para que de esta manera al encenderse resistieran las ráfagas de aire y no se apagasen. 

Manuel Álvarez-Benavides (1820-1889), completa la descripción de esta curiosa y desaparecida celebración con la alusión a que estos grupos organizados tenían como objetivo llamar la atención de los Reyes para que acudieran a Sevilla y, de camino, tomarle el pelo a algún que otro "inocente" cuya participación voluntaria se prolongaba hasta altas hora de la madrugada, como veremos: 

"Nadie ignora que tales excursiones son una pura broma, que siempre da por resultado engañar a no pocos forasteros, especialmente a jóvenes asturianos, montañeses o gallegos, a los cuales después de hacerlos cargar con la escalera y, si se prestan, hasta con un adoquín, y estropearlos corriendo, terminan con dejarlos a guisa de vigías cabalgando sobre alguna tapia o lienzo de muralla, donde después de arrecidos de frío y desengañados, llevan por añadidura una silba monumental".

Era entonces habitual decir de aquel que todo se lo creía o era un bendito o un bobalicón o que había ido a esperar a los Reyes. En cualquier caso, la noche de Reyes era (y es) noche de nervios e ilusión para los más pequeños y, por qué no, para los mayores; dicen que la verdadera patria de cada cual es la Infancia, de manera que disfrutemos tanto de las celebraciones de Nochevieja y Año Nuevo como de la fiesta de la Epifanía, con el deseo por nuestra parte de que el venidero año 2025 esté lleno de venturas para todos los seguidores de "Hispalensia" y que Sus Majestades Melchor, Gaspar y Baltasar se porten bien con todos nosotros. Como siempre, mil gracias por estar ahí.

El sueño de la noche de Reyes, por Adriano Marie. 1890.

 

 


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