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30 octubre, 2023

Amores y Amargura. Un pasaje y una calle.

Tras nuestro anterior periplo por la Plaza de los Carros, en plena calle Feria, en esta ocasión no dejamos la zona para acercarnos a una calle con nombre cofradiero, siempre comercial y, de paso, por un pasaje perpendicular a ella que bien podría sonar a nombre romántico; pero como siempre, vayamos por partes.

Foto Reyes de Escalona. 

Entre la Plaza de Calderón de la Barca y la calle Relator, la Calle Amargura transcurre con un trazado levemente curvo y que se ensancha en la zona más próxima a San Basilio. La primera vez en la que aparece el nombre de Amargura, al menos así lo indican los expertos en "callejeo", es en un documento datado en 1697, en el Plano de Olavide de 1771 se denomina Calle de la Amargura y para más inri, se desconoce el motivo de tan evocador nombre, ¿Tendrá algo que ver con la bella dolorosa de San Juan de la Palma?

Una excavación arqueológica realizada en el número 5 de la calle por Gregorio Manuel Mora Vicente permitió descubrir, en el estrato más antiguo, los restos de un almacén y una necrópolis de la etapa romana de los siglos I-II d. C., aunque luego la zona parece deshabitada hasta ya el siglo XII, en el que se localizó un edificio con patios y pozo central. Por lo que se ve, estamos en un sector con altibajos poblacionales a lo largo de la historia, hasta que ya en torno al XVI esta zona queda fijada urbanísticamente como vía de acceso a la calle Feria para comerciantes y compradores del mercado. 

Que en ella hubo corrales de vecinos lo demuestra un recorte de prensa del Noticiero Sevillano del 10 de marzo de 1897:

"En la casa de vecinos de la calle Amargura número 1, dio comienzo anoche una misión del reverendo padre Mazuelos de la Compañía de Jesús. Los vecinos del barrio llenaban por completo el patio de la casa, escuchando con mucha atención la fácil y elocuente palabra del jesuita"

En la actualidad es peatonal, pero durante años circularon por ella carromatos y carruajes, muchos de ellos cargados con las frutas y verduras procedentes de las huertas de la zona de la Macarena y con destino al conocido Mercado de la Feria, de ahí que hasta 1925 en esta calle se colocasen no pocos vendedores ambulantes de estos productos, generando las protestas vecinales hasta que en ese año fueron integrados con motivo de la ampliación del cercano Mercado de Abastos. Prueba de la venta de productos alimenticios en no muy buenas condiciones higiénicas es este suelto de abril de 1922 en El Liberal:

"Por el Veterinario de servicio en el Barranco han sido decomisados 380 kilos de pescado que no reunían condiciones para el consumo. También han sido decomisados por el veterinario 16 kilos de pescado en la calle Regina y 18 kilos, más una barrica de sardinas, en dos puestos de la calle Amargura".
Indicar, que el Barranco, junto al Puente de Triana, para quienes desconozcan su historia, era entonces Lonja de Pescado, perviviendo su uso hasta 1971, cuando se trasladó a las nuevas naves de Merca Sevilla.

El comercio, el pequeño comercio, es protagonista en esta calle, donde siempre han existido pequeñas tiendas que, además de con sus escaparates, han usado la propia vía para exponer sus mercancías a la vista de los viandantes, a lo que habría que sumar la cantidad de puestecillos que durante años dieron a esta zona carácter popular y pintoresco. Mención especial para "La Única", clásico supermercado de barrio que lleva años vendiendo comestibles y para "La Cigüeña", tienda de confecciones fundada en 1943.

Foto Reyes de Escalona. 

En 1910 se abrió en uno de sus costados, justo enfrente del número 9,  el llamado Pasaje de Amores, que podría tener resonancias románticas, qué duda cabe, que termina en la calle San Basilio, pero que, que lleva este nombre por una razón más prosaica, en honor a Manuel Amores Domínguez, propietario del edificio que, una vez derribado, dio lugar a un solar que permitió abrir este pasaje, techado en su arranque, que carece de edificios significativos o de comercios reseñables, de no ser por la utilidad que plantea en días semanasanteros para callejear evitando el tránsito por Relator, tal como dejó reseñado el profesor y escritor Carlos Colón en sus artículos encabezados con el nombre de este Pasaje como título.

Anuncio en la prensa local. 1913.

Además, este Pasaje tiene cosas en común como los cercanos de Valvanera, Mallol, o González Quijano o los de Vila y Andreu en el barrio de Santa Cruz; como se afirma en la publicación Guía del Paisaje Histórico de Sevilla (2015): 

"Una de las grandes aportaciones a la tipología de la vivienda es el pasaje, que debe entenderse como una evolución más compleja del corral y de la casa de vecinos. Entronca tradición con modernidad saneando los interiores de grandes parcelas por medio del trazado de una  nueva calle interior. Este tipo de construcción garantizaba la intimidad necesaria para la vida colectiva de los usuarios de las viviendas. Diseñadas para las clases populares y el proletariado, se concentraron en el norte de la ciudad."

El cronista Álvarez Benavides en "Explicación del Plano de Sevilla" de 1874, menciona algunos datos sobre la actividad profesional de un señor Amores que probablemente fuera padre o familiar cercado de quien da el nombre al pasaje, al indicar que:

"El único establecimiento notable que se halla en la calle de la Amargura es: Núm 12 (7 antiguo) Almacén de vinos propiedad de D. Manuel Amores y Pérez. Cuenta esta casas más de treinta y seis años establecida, y en ella se halla un gran surtido de la mejor calidad, procedente de las conocidas y reputadas bodegas que dicho señor posee en Villanueva del Ariscal".

Aparte de esta Vinatería de Amores, hay que reseñar un taller de afilar, en el número 10, la sociedad de albañiles que tuvo allí su local y la taberna Casa Bracho, que estaba en la esquina de la calle, y en la que el gremio de panaderos, allá por 1932, fijó su sede en enero tras el cierre de su centro social de la calle Peral 34. 

Diario "El Liberal". 24 de enero de 1932.

Curiosamente, hemos encontrado una reseña periodística que habla de un incendio acaecido en la calle Amargura y gracias a ella hemos conocido un poco mejor qué tipo de tiendas existían en la calle allá por el 5 de enero de 1913, aparte de algunas peculiaridades:

"En las primeras horas de la noche anterior se inició un voraz incendio en una tienda de comestibles establecida en la planta baja de la casa número 13 de la calle Amargura. La finca es propiedad de Don Manuel Amores y la industria de don Agustín Medina. Los primeros en notar el fuego fueron los vecinos de la casa próxima, que vieron que, obstante estar cerrado el establecimiento, por ser domingo, salía gran cantidad de humo por debajo de aquél." 

La crónica destaca, de manera especial, el papel de los serenos, que apenas supieron del incendio, pasaron aviso a la cercana parroquia de Omnium Sanctorum, cuyas campanas tocaron a rebato en señal de fuego, y al poco rato lo hicieron las demás parroquias próximas, siguiendo una costumbre que era entonces más que habitual a fin de avisar a los feligreses de la necesidad de acudir a sofocar las llamas y de prevenirles del peligro, con lo cual, como resultado, casi todo el mundo se echaba a la calle, bien para colaborar en las tareas de extinción, bien para ser meros espectadores del suceso.

El incendio alcanzó por momentos gran virulencia, amenazando con propagarse a una barbería y un taller de plancha que en la citada casa tenían establecidos Juan Aguilar y Carmen Cano. Ambos, que se encontraban ausentes, se personaron inmediatamente, sacando a la calle, auxiliados de varios vecinos, todos los muebles, llegando a sufrir un síncope una señora que habitaba en el piso superior, siendo auxiliada por vecinas de la zona.  Pocos minutos después llegaba la brigada de bomberos al mando del capataz señor Espejo, que se dispuso a apagar el incendio, aunque primero la Guardia Civil y la Policía Municipal tuvieron que acordonar la zona para evitar daños en la gran cantidad de personas que se hallaban allí. Poco más se supo de las causas del siniestro, destacando la prensa que las autoridades judiciales carecían de pruebas o indicios y que las pérdidas económicas se estimaban en torno a unas 10.000 pesetas de la época.

Aunque no forme parte de la propia calle, siempre habrá que  mencionar, por su cercanía, la presencia del Palacio de los Marqueses de la Algaba, fundación de la familia Guzmán allá por el siglo XV, corral de vecinos y hasta teatro en sus tiempos y ahora convertido en dependencias municipales y sede del Centro Múdejar, testigo del devenir del barrio a lo largo de los siglos, como el famoso Motín de la Feria de 1652, iniciado en esa misma plaza, pero esa, esa ya es otra historia.