Numerosos historiadores han destacado, y la arqueología incluso lo ha corroborado con cierto número de hallazgos, que la zona más alta de Sevilla, es un decir, constituyó el germen de la población original en tiempos remotos, especie de altozano o colina natural sobre un Guadalquivir que hace dos o tres mil años poseía un curso fluvial muy diferente al actual. Hablamos de la zona concreta que abarcaría la zona más alta de la Cuesta del Rosario, el entorno de San Isidoro y San Nicolás hasta llegar a las proximidades de Abades y el tramo más alto de la llamada Cuesta del Bacalao, sin olvidar quizá la parte más elevada de Santa Cruz.
En ese sector se encuentra un calle cuyo nombre lo dice todo: Mármoles. Apelada así desde al menos el siglo XV, abarca desde la calle Aire hasta la confluencia con Federico Rubio y la Plaza de Ramón Ybarra Llosent (antes tramo perteneciente a la calle Muñoz y Pabón). Se sabe que en el siglo XVIII, tiempos del Asistente Pablo de Olavide, se denominó del Mármol, como lo atestigua un antiguo azulejo aún conservado en la calle y que con anterioridad a 1839 también se denominó de las Columnas de Hércules, nombre basado en la creencia popular que atribuía a este héroe mitológico la fundación de la ciudad y la existencia de un templo en su honor en esta calle, como veremos.
Empedrada en el siglo XVII y pavimentada con losas en el XIX, en 1940 fue adoquinada. Como curiosidad, en 1858 aún no contaba con iluminación de gas, y en los años 40 del pasado siglo XX fue finalmente dotada con iluminación eléctrica. En cuanto a edificaciones, sobresale una espléndida casa palacio del siglo XVIII en el número 12, sede desde 1984 de la galería de arte Rafael Ortiz, dedicada especialmente a jóvenes artistas en la parcela del arte contemporáneo.
A mitad de la calle, muy por debajo de su nivel, encontraremos tres poderosos y rotundos fustes de columnas, realizados en granito y que siempre han llamado la atención tanto de viandantes como de eruditos. Como afirma el profesor Carlos Márquez, se desconoce el modo en que surgieron estos fustes allá por el siglo XVI, pero en cualquier caso es de sobras sabido que en principio eran seis, y que en tiempos de Pedro I, allá por el siglo XIV, se intentó llevar uno de los fustes a los Reales Alcázares pero al quedar partido en el traslado fue enterrado en la Calle Mateos Gago, donde aún permanecería sepultado en lugar ignorado; dos de ellos fueron llevados por el Conde de Barajas a la naciente Alameda de Hércules en 1576, donde junto con dos capiteles corintios sirven de base al propio Hércules y a Julio César. Los otros tres fustes permanecieron embutidos en una edificación que finalmente fue demolida en torno a 1877 y cuyo solar fue adquirido por la municipalidad en 1886 con la idea de darles visibilidad.
También merece la pena destacarse cómo en 1877 se pretendió usar estas últimas columnas reseñadas para que formasen parte de un monumento en honor a San Fernando en la Plaza Nueva, idea anterior a la actual, para lo cual el propietario del solar donde se encontraban propuso cederlas. La iniciativa del Cabildo de la ciudad perdió fuerzas tras no contar con el visto bueno de la llamada Comisión de Obras Públicas, tras lo cual la zona quedó convertida prácticamente en vertedero, con las consiguientes quejas de los vecinos sin que se haya dado nunca del todo con la “tecla” que consiga integrar estos restos en la calle.
En cualquier caso, todo parece indicar que los mencionados fustes de la calle Mármoles habrían formado parte de un conjunto perteneciente al siglo II después de Cristo, quizá de tiempos del emperador Adriano; Las basas miden en torno a 60 centímetros en todos los casos (incluidas las de la Alameda) con la curiosidad de presentar orificios o hendidura quizá para anclaje de algún tipo de reja. En cuanto al material de los fustes, monolíticos y sin estrías, con casi 9 metros de altura cada uno, el granito, más robusto que el mármol y de mayor durabilidad, quizá hubiera procedido de la canteras que de este material se encuentran en la cercana localidad de Gerena o incluso se ha planteado la posibilidad de que fuera material de expolio traído directamente desde Itálica, aunque no ha podido demostrarse.
También sigue en tela de juicio por parte de los investigadores si esta zona concreta de la Hispalis romana formó parte del foro en tiempos republicanos, se hablaría cronológicamente por tanto de los siglos coincidentes con el nacimiento de Cristo y también en nuestros días han proseguido los estudios sobre la función del edificio.
Tradicionalmente se ha dado por supuesta la dedicación religiosa como templo para el propio Hércules, una "devoción" que procedería de tiempos fenicios, y que ello, además, alimente o se alimente mejor dicho de la fundación legendaria de Sevilla por parte de Heracles, fundación que por supuesto ennoblecería a la ciudad por un origen mitológico acreditado; por otra parte, algunos arqueólogos se han desmarcado de estas teorías historicistas, sugiriendo que quizá las columnas habría servido como pórtico de un edificio de ese foro antes aludido.