Pensarán vuesas mercedes que tras tanto tiempo ausente por estos lares quizá andaría remando en galeras del Rey o quizá sepultado en lóbrega cripta parroquial; nada más lejos, sino que negocios familiares nos tienen afortunadamente ocupados en demasía como para perpetrar texto alguno en este ventanal de letras.
Pero quizá sea ésta fecha indicada para retomar andanzas aprovechando que tal día como hoy entregaba su alma a Dios, en olor de Santidad, el honorable caballero de Calatrava Don Miguel de Mañara, preclaro refugio de los pobres en su celebérrimo Hospital de la Santa Caridad y que aún anda aguardando ser beatificado sin que se sepa a ciencia cierta por qué no ha sido elevado a los altares como merece.
La leyenda, mala en su caso, quizá le haya seguido como funesta compañera de viaje, más es cierto que gran parte de su vida terrena la pasó haciendo el bien y recabando donativos (dando "sablazos" como agora se dice) para culminar su gran obra.
Baste, como prueba, un botón:
Cuentan de él que en cierta ocasión, habiendo recibido generoso donativo (500 reales, nada menos) de un alma caritativa en grado sumo, hallóse en la tesitura de no saber a quién entregarlo; decidido a cumplir su cometido, decidió ponerse en manos de la Divina Providencia y montando en su cabalgadura dejó a ésta a rienda suelta, de modo que se encaminara a donde más le agradase. Y hete aquí que el jamelgo, sin dudarlo, terminó su periplo deteniéndose junto a la muralla, cerca de la Puerta de la Macarena, justo en un concreto lugar, pues de allí no consintió en moverse el animal, donde halló Don Miguel mísera casucha en que malvivía una familia huera de dineros con sus progenitores enfermos y numerosa prole sin apenas ropa con la que vestir y pobreza en grado sumo. Sobra decir que recibieron la limosna con incrédulo agradecimiento y que Mañara marchó por el barrio de la Feria satisfecho por, una vez más, haber cumplido con creces con su caritativo cometido...