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06 mayo, 2024

"Rasca-Viejas"

En esta ocasión nos vamos justo de detrás de la parroquia de San Marcos, casi al lado de la Plaza de Santa Isabel, para conocer un poco mejor la pequeña historia de una calle que durante años mantuvo un nombre de lo más peculiar; pero como siempre, vayamos por partes. 


Como decíamos, entre la calle Vergara y la de Lira, la calle Hiniesta es un muy buen ejemplo de cómo el urbanismo de esta zona de Sevilla conserva el prototipo de calle estrecha y sinuosa, fruto del devenir del tiempo. Desde al menos el año 1473, según documentos conservados, mantuvo siempre el mismo nombre, algo que no es nada desdeñable, máxime cuando dicho nombre no deja de tener su peculiaridad: "Raspaviejas", "Rascaviejas" o "Rasca-Viejas", que de tres maneras lo hemos visto escrito. Como es inevitable, surge el interrogante: ¿Por qué se llamó así?. Allá por 1839 el escritor, habitual de estas páginas, Félix González de León añadía su teoría en su "Noticia Histórica de los nombres de las calles de Sevilla":

"Se halla en el cuartel D, y en las parroquias de San Marco y San Julián; no es una, que son varias callejas que todas salen a la parroquia de San Julián entrando por la única entrada de la plaza de San Marcos. El haber habitado esta calle algún tiempo los espaderos y cuchilleros, limpiadores de armas, le dio el nombre de Rasca (o Raspa) Viejas, (como si se dijera espadas viejas). Es una calle con muchas revueltas, callejas sin salidas y otras callejas casi toda de solares, en que hay hermosos jardines que las hacen un tanto divertidas".

La novelista sevillana Cecilia Böhl de Faber, más conocida por su seudónimo de Fernán Caballero, debió conocer esta última circunstancia, ya que menciona esta calle en su obra "Clemencia, novela de costumbres", cuando uno de sus personajes, Don Galo, realiza un obsequio a la protagonista:

"Abrióse la puerta y apareció D. Galo, resplandeciente de satisfacción, con un enorme ramo de violetas en la mano, el que puesto en tercera posición, doblando el cuerpo y redondeando el codo, presentó a Clemencia.

- Don Galo, exclamó Sir George, esto pertenece a los bellos tiempos de la galantería que hacía milagros. ¿De dónde han salido estas violetas, que hubiese pagado a precio de oro?

- Pues a mí solo me ha costado correr hasta Rasca-Viejas, en donde se halla un jardín en que sabía que las había tempranas.

- Por las cuales os habrá rascado bien el bolsillo una vieja en Rasca-ídem, dijo Paco Guzmán al oído a D. Galo".

Como curiosidad, y por añadir una segunda teoría al nombre primitivo de esta calle, la "Rasca-Vieja" es también la Aliaga o Aulaga, un tipo de arbusto espinoso de flores amarillas, usado como leña para los hornos de cocción y que es involuntario protagonista también en el capítulo LXI del cervantino El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, como base una broma pesada que sufren Don Alonso y Sancho a su llegada a la ciudad de Barcelona, cuando un grupo de chiquillos ata haces de este arbusto a las colas de sus desventurados Rocinante y Rucio, descabalgando a ambos de manera brusca y humillante para regocijo de los bromistas. No deja de ser curioso que cerca de allí haya otras calles con nombre de plantas, como Arrayán, Laurel, Morera o Clavellinas. 

Algunos autores sostienen que la manzana central existente entre la antigua RascaViejas y la calle Lira, que vista en un plano es casi un cuadrado perfecto, bien podría haber sido una antigua huerta de las muchas que abundaron en aquel sector. En el año 1845 la calle cambió de nombre, llamándose desde entonces Hiniesta en honor a la imagen de la Virgen del mismo nombre que recibía (y recibe) culto en la cercana parroquia de San Julián y que en torno al año 1480 se sabe que presidía un Hospital en la esquina de Rasca-Viejas con Vergara, como recuerda aún un azulejo colocado en dicho lugar en el año 1949 que menciona el año de 1461 como el de inicio de dicho Hospital. 

Justo enfrente se encuentra la entrada principal al convento de Santa Isabel, fundado en 1490 por Isabel de León para la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, desamortizado en 1835 para ser convertido en cárcel de mujeres o Casas de Arrepentidas, y ocupado desde 1869 por las religiosas Filipenses Hijas de María Dolorosa, una congregación fundada por el soriano Padre García Tejero y encabezada por Madre Dolores Márquez, declarada Venerable por el Papa Benedicto XVI en 2006. Su encomiable labor docente y caritativa se una de las señas de identidad de esta calle.


Con el paso de los años, los jardines y huertos dejaron paso a viviendas de dos o tres plantas, corrales de vecinos, como el de los Muertos (del que no hemos hallado más datos que al parecer estaba en el número 42 de la calle) destacando durante el siglo XIX y parte del XX las constantes quejas del vecindario por el mal olor de los husillos y la grave amenaza para la integridad física que suponían las frecuentes "pedreas" entre niños del barrio, algo que denunciaba el periódico El Español, allá por enero de 1874:

"El domingo fue día magno por los alrededores de San Marcos y Santa Isabel: la calle Hiniesta estuvo convertida en un campo de batalla, poniendo en peligro a los transeúntes, alguno de los cuales recibió una pedrada, y tuvo que dispersas a mogicones a aquellos pequeños combatientes (...) en todo el citado domingo no se vio por los sitios que hemos nombrado más guardia municipal ni agente de orden público que uno que vive por allí cerca, y esto a la hora en que se fue a comer."

La calle Hiniesta, además, fue sede de varias industrias, como una dedicada a la fabricación de gaseosas y con especial mención a la de fabricación de tapones de corcho, una de ellas propiedad de Miguel Fernández en torno a septiembre de 1904, fecha de la que hemos encontrado reseñas en la prensa sobre una huelga de sus obreros, unos ciento veinte (lo que da idea de su tamaño) insatisfechos con la condiciones laborales y opuestos a la instalación de máquinas que realizasen su labor. Del mismo modo, en el número 35 de la misma calle estaba establecida la Asociación de los Trabajadores del Corcho, lo que dice mucho de la importancia de este tipo de instalaciones fabriles en la zona norte de la ciudad.

Como curiosidad, sabemos que existió también en torno a 1898 una carbonería, dato que hemos hallado al registrarse en ella un incendio en enero de ese año, como recogió El Noticiero Sevillano: 

"En una carbonería situada en la casa número 18 de la calle Hiniesta se inició un incendio que pudo alcanzar grandes proporciones a no ser por la oportuna intervención del sereno Manuel Román Núñez y varios vecinos, que consiguieron extinguirlo a los pocos momentos de empezado.

La dueña de la carbonería, Ana Pérez Mallol, en unión de dos niños de corta edad se acostaron dejando encendido el brasero. Este prendió fuego en la ropa de la camilla, comunicándose a las ceras del carbón y amenazando a la parte alta de la casa. 

El expresado sereno observó que salía mucho humo de la carbonería y abriendo la puerta pudo ver que las materias almacenadas en la carbonería eran pasto de las llamas. Sabiendo que en la habitación próxima dormían los niños, entró en ella, consiguiendo sacar a la Ana y a sus dos hijos que completamente dormidos no habían sentido el fuego. Después, en unión de varios vecinos, se consiguió la extinción total de aquél."

Gracias al testimonio del buen amigo Javier Montiel "Séneca de las Sevillanas", criado en esta calle, sabemos que ya en el siglo XX, la calle albergó desde negocios de alimentación hasta una imprenta, pasando por el obrador de confitería de la familia Gavira (ahora establecido en Pilas), el Cine Hiniesta, la Peña "Mi Rocío" o incluso el escultor y taxidermista Jaime Mate, natural de Almadén de la Plata, experto en disecar animales y cuyo local recordamos con cierta impresión en nuestra infancia. Por cierto, ya que mencionamos escultores, el imaginero Juan González García, más conocido como "Juan Ventura", nacido en Lora del Río y discípulo de Francisco Buiza, radicó también en esta calle a principios de los años ochenta del pasado siglo. 

En nuestros días, la antigua calle RascaViejas es, en los días laborables, un continuo trajín de niños con mochilas escolares que se encaminan a sus cercanos centros educativos, con permiso de algún despistado turista arrastrando la inevitable maleta con ruedas, una calle que aguarda año tras año el milagro de cómo los pasos de la Hermandad de la Hiniesta, de regreso a su parroquia, consiguen superar sus estrecheces, como si el tiempo se hubiera detenido, pero esa, esa ya es otra historia.

15 abril, 2024

"Azituno".

Con un nombre peculiar, en esta ocasión, nos vamos a la zona cercana a Santa Lucía y la Ronda para descubrir una calle que aunque aparentemente no acoge ni edificios ni historias dignas de ser contadas, merece su hueco en este humilde blog, sobre todo porque no debe su  nombre a acontecimiento o personaje que lo mereciera; pero como siempre, vayamos por partes. 

En lo que fue una zona de huertas, arrancando desde Santa Lucía y terminando en el ruidoso trajín del tráfico de la Ronda de Capuchinos, en el siglo XIX zona aún amurallada, casi enfrente de la Avenida de Miraflores, la Calle Aceituno conserva su curioso nombre desde al menos 1665, aunque el conocido plano del Asistente Olavide (1771) aparece con el nombre de "Azituno" ¿Quizá se debiera ese nombre a la presencia en la zona de un olivo? ¿Es acaso apellido?

Se sabe de la existencia de molinos de aceite en esta zona, uno de ellos incluso propiedad del Cabildo de la Catedral de Sevilla, y también de las constantes quejas del vecindario por los malos olores provocados por el alpechín que salía de dichos molinos y era vertido en las proximidades de la cercana Puerta de Córdoba, algo que costaría entender en nuestros días. Además, calle actual no termina propia y directamente en la Ronda, sino en otra vía, hoy casi desconocida, llamada Corinto, y que en origen ahora estaría ocupada en parte por la actual Plaza del Giraldillo, espacio privado de una serie de bloques construidos en los años setenta del pasado siglo XX y cuyos laterales dan a Aceituno, San Hermenegildo y la Ronda de Capuchinos, sin olvidar que otro lateral da directamente al cercano Colegio Sor Ángela de la Cruz.

Sobre "Aceituno", acude en nuestra ayuda el clásico cronista sevillano Manuel Álvarez-Benavides, quien relataba en 1874 esta original teoría sobre el apelativo de esta calle:

"En época lejana hubo un  largo periodo de tiempo en el cual todas las noches se dejaba escuchar en esta calle un ruido acompasado y extraño, que traía, como si dijésemos en ascuas, a toda la vecindad. Se hablaba de que había encantamentos; dábase por cierta la existencia de un fantasma tan alto como la copa de un pino; muchos afirmaron haber visto salir llamas infernales de cierto punto de la calle, y que grandes columnas de humo formando espirales, eclipsaban el fulgor de las estrellas después de la una de la noche, y por último, las erróneas creencias y vulgares preocupaciones dieron gran longitud al radio del círculo de la superstición.

Las autoridades se encargaron por último de averiguar este asunto, sacando por resultado, que una fábrica de monedas falsas regenteada por un tal Andrés del Aceituno, era lo que ocasionaba el pánico de todos aquellos contornos. La justicia puso a buen recaudo a los laboriosos artistas que halló en aquella reprobada ocupación, los fantasmas terminaron, los asombros concluyeron, y desde entonces se dió a esta calle el nombre del Aceituno en memoria del criminal que por mucho tiempo explotó tanto los bolsillos cuanto la credulidad del público."

 Como se ve, de ser cierta esta teoría, estaríamos ante el peculiar caso de una calle que lleva el nombre de un delincuente detenido en ella, a lo que habría que añadir que a lo largo de su historia fue siempre una vía con un caserío de escaso valor y empobrecido, no hay que olvidar que estaríamos en una de las zonas más humildes del sector norte de Sevilla a lo largo de su historia, víctima de la escasez de recursos, las epidemias y la riadas. 

Quizá fruto de su ubicación, la calle fue escenario de diversos crímenes a lo largo de la historia, como el ocurrido en una fábrica de hielo establecida allí allá por mayo de 1911 y que se saldó con la muerte a puñaladas del encargado de dicho establecimiento, Manuel Martín Reyes, de cuarenta y tres años, a manos de un empleado del mismo llamado Diego González Muñoz, de profesión carrero, con domicilio en la calle Pureza. La prensa del momento se hizo especial eco del suceso, destacando la mala relación que existía entre ambos y la afición a la bebida del segundo, que fue detenido al poco de cometer el homicidio en las inmediaciones de la cercana calle Sol. 

Con el paso de los años, la zona se caracterizó por la presencia de diversas naves con función industrial, una maderera, por ejemplo, y por el profundo cambio urbanístico ocurrido a partir de 1963, tras la riada del Tamarguillo que afectó especialmente a esta zona y provocó la expropiación por parte de las autoridades de la mayoría de los corrales de vecinos ubicados en aquel sector, con el consiguiente desalojo hacia otras zonas urbanas y el desarraigo para muchos. Como curiosidad, sólo quedó en pie en la Ronda de Capuchinos el edificio en el que siguió abierta, durante un tiempo, la famosa cervecería Baturones (o "Baturrones"). Reedificado con viviendas de mayor nivel, poco queda de ese barrio populoso y empobrecido, tan lleno de contrastes, sólo quedan como edificios más antiguos la antigua parroquia de Santa Lucía, el colegio y beaterio de la Santísima Trinidad o la pequeña casa en la que nació Sor Ángela de la Cruz, cuidada con esmero por sus Hijas, pero esa, esa ya es otra historia.

24 enero, 2022

La calle de "El Tuerto".

 Si la pasada semana anduvimos por la collación de San Román, hoy le toca el turno a la de San Julián-Santa Marina, pues nos vamos a detener en una calle con diversos detalles que merecen la pena, desde una asociación literaria a un colegio de barrio, e incluso un poeta vinculado a la picaresca; pero como siempre, vayamos por partes. 
 

Los historiadores no se ponen de acuerdo a la hora de establecer el origen del nombre de la calle Macasta, del que ya se tienen noticias al menos desde 1426; no falta quien, como Justino Matute, aluda a la posible abreviación del término Malacasta o Malcasta, o incluso Rodrigo Caro, que va mucho más lejos al atribuirle origen griego, nada menos. En el plano de Olavide de 1771 puede apreciarse cómo su trazado era perpendicular a la calle San Luis. 


Consta de dos tramos bien diferenciados, uno corto y estrecho, que arranca desde Ruiz de Gijón, muy cerquita de la calle San Luis, y otro más rectilíneo y ancho, que concluye en San Julián. En este segundo sector tiene su sede la institución literaria "Noches del Baratillo", institución literaria fundada en la calle Galera (barrio del Arenal) en 1950 por el poeta Florencio Quintero y el escritor Manuel Barrios, y que desde entonces se ha mantenido contra viento y marea como bastión para la difusión de la poesía y la literatura, habiendo pasado por varias sedes, como la recordada de Escuelas Pías, hasta recalar finalmente en Macasta donde celebra presentaciones de libros, convoca premios o tertulias o sirve de punto de encuentro para los amantes de la lírica. 

Durante mucho tiempo, este tramo sólo tuvo construcciones en uno de sus lados, mientras que el otro, próximo a Santa Marina, estaba ocupado por huertos que crecieron al calor de la decadencia y despoblación de la zona en lo siglos XVII (a partir de la Peste de 1649) y XVIII. Otros solares, en cambio, quedaron convertidos en vertederos, de ahí las frecuentes quejas de los habitantes de la zona sobre lo insalubre de aquella situación, tan frecuente por otra parte.

A ese sector de la calle da una puerta trasera del colegio Huerta de Santa Marina, antiguo colegio Padre Manjón, centro educativo promovido al calor de los años de la Exposición Iberoamericana de 1929 pero cuyas obras se iniciarían ya en tiempos de la II República con Isacio Contreras como Alcalde, para posteriormente quedar abierto en plena Guerra Civil, concretamente en el curso 1937-1938, como ha documentado Jesús Méndez Paguillo, estudioso de la historia de este Centro.

Macasta ha sido siempre calle tradicionalmente popular, en la que llegó a haber, que sepamos, hasta cuatro corrales de vecinos en los números 8, (derribado en 1958), 17 (ganador de un premio como Cruz de Mayo en 1912) 23 y 25, contando en 1920 todavía con una fuente pública que surtía de agua a la población de la zona. Poseyó un horno en el siglo XV y en 1579 se solicitó autorización para abrir otro, lo que da idea de cierta importancia a la hora de la distribución del pan en el sector. En torno a 1599, vivía allí Bartolomé Rodríguez Mata, bordador en oro, como documentó el historiador local José Gestoso, sin olvidar que en esta calle nace, en 1940, el conocido peluquero, escritor y poeta Manolo Melado y que en Macasta poseyó casas el poeta sevillano Alonso Álvarez de Soria, "El Tuerto", alguien escasamente conocido pero cuya biografía bien merece un breve resumen.

Hijo ilegítimo fruto de la relación entre una esclava morisca y un comerciante judeoconverso sevillano, que pese a ello alcanzó el oficio de Jurado en el Cabildo Hispalense, habría nacido en torno al verano de 1573, siendo bautizado, como descubrió Rodríguez Marín, en la parroquia de San Vicente. Reconocido por su progenitor como tal, recibió una cuantiosa herencia que no tardó en dilapidar, y ya en 1595 se tiene constancia de su ingreso en la Cárcel Real, por causas aún no aclaradas, al igual que tampoco ha quedado demostrado su presunto paso a las Indias como soldado, pues si puso pié en esas tierras debió ser por corto espacio de tiempo; a finales del XVI ya se le ve merodeando por Sevilla con "mozos de barrio" y "virotes", donde alcanzará cierta fama por sus sátiras, en las que no dejaba títere sin cabeza y por ser el creador de los llamados "versos de cabo roto", esto es, aquellos cuya última sílaba quedaba suprimida, como estos, de su autoría, dedicados a Lope de Vega: 

Envió Lope de Ve- (ga)

Al señor don Juan de Arguí- (jo)

El libro del Peregrí- (no)

Á que diga si está bué- (no)

Y es tan noble y tan discré- (to)

Que, estando, como está, ma- (lo)

Dice que es otro Garcilá- (so)

En su traza y compostú-; (ra)

Mas luego, entre sí, ¿quien du- (da)

No diga que está bellá-? (co)

 Lo interesante de este modelo de verso es que al parecer viene tomado de la forma de hablar de los bravucones y matones hispalenses de aquel tiempo, sobre todo los trianeros, quienes tomaban esa forma de cortar el final de las palabras como seña de identidad dentro de su particular jerga llena de términos sólo conocidos por los iniciados en el "oficio". Además, el propio Cervantes inmortalizó la figura del poeta sevillano al convertirlo en el Loaysa de su obra "El Celoso Extremeño", el joven enamorado que busca liberar a Leonora de la prisión conyugal a la que está sometida por Filipo de Carrizales, su celosísimo marido. 


 Con todo lo que antecede, con una vida llena de privaciones, juergas, estocadas y amistad con la más variada caterva de los bajos fondos hispalenses, no es de extrañar que al llamado "ruiseñor del hampa" se le fueran la mano y la pluma con unas letrillas impresas dedicadas al entonces Asistente de la ciudad Bernardino de Avellaneda, en las que hizo gala de su más afilada maledicencia con la guinda de adjudicarle el poco agraciado apodo de "Cagalasoga" en alusión a sus numerosas condenas a la horca que dictó. 

 

Perseguido por la justicia, como era habitual en esos trances, se acogió a sagrado en la Parroquia de Santa Ana; creyéndose a salvo, aprovechaba la oscuridad de la noche para salir de manera secreta y continuar con su vida de diversión, hasta que la autoridad, percatada de ello, aprestó a un fornido alguacil que lo detuvo de madrugada en el momento de abandonar el templo trianero. Sentenciado a muerte en cuestión de horas y ejecutado sin más dilación como escarmiento en junio de 1603, un romance de la época testimonió cómo la ciudad lamentó aquella muerte, demasiado rigorista:

Elevada está Sevilla

Toda gente suspensa.

Concurren a la gran plaza

de San Francisco con prisa,

porque hoy lunes en la tarde

dicen que se representa

de Alonso Álvarez el bravo

la lastimosa tragedia.

Para mayor agravio hacia su persona, se le negó cristiana sepultura, ya que sus restos fueron descuartizados y colocados en cuatro puntos cardinales de la ciudad como público escarmiento. Un texto conservado en el Archivo de la Catedral de Sevilla recoge lo sucedido: 

"Murió colgado en el aire, porque un asistente de Sevilla, que era el conde de Castrillo, irritado de que en público burlaba dél, le anduvo a la mira, y por una cosa bien ligera de una cuestión que armó le sacó de la iglesia deSanta Ana y le acusó que llamaba este al asistente por mal nombre Caga la Soga, tomándolo de un hombre pobre"

Por su parte, Quevedo en uno de los capítulos de "El Buscón", ejemplo de novela picaresca donde las haya, relata que en el transcurso de una cena, uno de los comensales habla de este modo:

«Los que las cogieron tristes a las borracheras, lloraron tiernamente al malogrado Alonso Álvarez, apodado el “Tuerto”. ¿Quién es este Alonso Álvarez… que tanto se ha sentido su muerte? –mancebito- dijo el uno- lidiador ahígado, mozo de manos y buen compañero».

El triste final del poeta tuerto quizá le valiera ganar para la posteridad fama de escritor "calavera" que lo mismo componía versos para Lope de Vega que ejercitaba su acero en la collación de Santa Marina, incluso hay quien dice que algunas noches se escuchan los ecos lejanos de letrillas compuestas por él en las callejas cercanas a Macasta, pero esa, esa ya es otra historia...