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24 enero, 2022

La calle de "El Tuerto".

 Si la pasada semana anduvimos por la collación de San Román, hoy le toca el turno a la de San Julián-Santa Marina, pues nos vamos a detener en una calle con diversos detalles que merecen la pena, desde una asociación literaria a un colegio de barrio, e incluso un poeta vinculado a la picaresca; pero como siempre, vayamos por partes. 
 

Los historiadores no se ponen de acuerdo a la hora de establecer el origen del nombre de la calle Macasta, del que ya se tienen noticias al menos desde 1426; no falta quien, como Justino Matute, aluda a la posible abreviación del término Malacasta o Malcasta, o incluso Rodrigo Caro, que va mucho más lejos al atribuirle origen griego, nada menos. En el plano de Olavide de 1771 puede apreciarse cómo su trazado era perpendicular a la calle San Luis. 


Consta de dos tramos bien diferenciados, uno corto y estrecho, que arranca desde Ruiz de Gijón, muy cerquita de la calle San Luis, y otro más rectilíneo y ancho, que concluye en San Julián. En este segundo sector tiene su sede la institución literaria "Noches del Baratillo", institución literaria fundada en la calle Galera (barrio del Arenal) en 1950 por el poeta Florencio Quintero y el escritor Manuel Barrios, y que desde entonces se ha mantenido contra viento y marea como bastión para la difusión de la poesía y la literatura, habiendo pasado por varias sedes, como la recordada de Escuelas Pías, hasta recalar finalmente en Macasta donde celebra presentaciones de libros, convoca premios o tertulias o sirve de punto de encuentro para los amantes de la lírica. 

Durante mucho tiempo, este tramo sólo tuvo construcciones en uno de sus lados, mientras que el otro, próximo a Santa Marina, estaba ocupado por huertos que crecieron al calor de la decadencia y despoblación de la zona en lo siglos XVII (a partir de la Peste de 1649) y XVIII. Otros solares, en cambio, quedaron convertidos en vertederos, de ahí las frecuentes quejas de los habitantes de la zona sobre lo insalubre de aquella situación, tan frecuente por otra parte.

A ese sector de la calle da una puerta trasera del colegio Huerta de Santa Marina, antiguo colegio Padre Manjón, centro educativo promovido al calor de los años de la Exposición Iberoamericana de 1929 pero cuyas obras se iniciarían ya en tiempos de la II República con Isacio Contreras como Alcalde, para posteriormente quedar abierto en plena Guerra Civil, concretamente en el curso 1937-1938, como ha documentado Jesús Méndez Paguillo, estudioso de la historia de este Centro.

Macasta ha sido siempre calle tradicionalmente popular, en la que llegó a haber, que sepamos, hasta cuatro corrales de vecinos en los números 8, (derribado en 1958), 17 (ganador de un premio como Cruz de Mayo en 1912) 23 y 25, contando en 1920 todavía con una fuente pública que surtía de agua a la población de la zona. Poseyó un horno en el siglo XV y en 1579 se solicitó autorización para abrir otro, lo que da idea de cierta importancia a la hora de la distribución del pan en el sector. En torno a 1599, vivía allí Bartolomé Rodríguez Mata, bordador en oro, como documentó el historiador local José Gestoso, sin olvidar que en esta calle nace, en 1940, el conocido peluquero, escritor y poeta Manolo Melado y que en Macasta poseyó casas el poeta sevillano Alonso Álvarez de Soria, "El Tuerto", alguien escasamente conocido pero cuya biografía bien merece un breve resumen.

Hijo ilegítimo fruto de la relación entre una esclava morisca y un comerciante judeoconverso sevillano, que pese a ello alcanzó el oficio de Jurado en el Cabildo Hispalense, habría nacido en torno al verano de 1573, siendo bautizado, como descubrió Rodríguez Marín, en la parroquia de San Vicente. Reconocido por su progenitor como tal, recibió una cuantiosa herencia que no tardó en dilapidar, y ya en 1595 se tiene constancia de su ingreso en la Cárcel Real, por causas aún no aclaradas, al igual que tampoco ha quedado demostrado su presunto paso a las Indias como soldado, pues si puso pié en esas tierras debió ser por corto espacio de tiempo; a finales del XVI ya se le ve merodeando por Sevilla con "mozos de barrio" y "virotes", donde alcanzará cierta fama por sus sátiras, en las que no dejaba títere sin cabeza y por ser el creador de los llamados "versos de cabo roto", esto es, aquellos cuya última sílaba quedaba suprimida, como estos, de su autoría, dedicados a Lope de Vega: 

Envió Lope de Ve- (ga)

Al señor don Juan de Arguí- (jo)

El libro del Peregrí- (no)

Á que diga si está bué- (no)

Y es tan noble y tan discré- (to)

Que, estando, como está, ma- (lo)

Dice que es otro Garcilá- (so)

En su traza y compostú-; (ra)

Mas luego, entre sí, ¿quien du- (da)

No diga que está bellá-? (co)

 Lo interesante de este modelo de verso es que al parecer viene tomado de la forma de hablar de los bravucones y matones hispalenses de aquel tiempo, sobre todo los trianeros, quienes tomaban esa forma de cortar el final de las palabras como seña de identidad dentro de su particular jerga llena de términos sólo conocidos por los iniciados en el "oficio". Además, el propio Cervantes inmortalizó la figura del poeta sevillano al convertirlo en el Loaysa de su obra "El Celoso Extremeño", el joven enamorado que busca liberar a Leonora de la prisión conyugal a la que está sometida por Filipo de Carrizales, su celosísimo marido. 


 Con todo lo que antecede, con una vida llena de privaciones, juergas, estocadas y amistad con la más variada caterva de los bajos fondos hispalenses, no es de extrañar que al llamado "ruiseñor del hampa" se le fueran la mano y la pluma con unas letrillas impresas dedicadas al entonces Asistente de la ciudad Bernardino de Avellaneda, en las que hizo gala de su más afilada maledicencia con la guinda de adjudicarle el poco agraciado apodo de "Cagalasoga" en alusión a sus numerosas condenas a la horca que dictó. 

 

Perseguido por la justicia, como era habitual en esos trances, se acogió a sagrado en la Parroquia de Santa Ana; creyéndose a salvo, aprovechaba la oscuridad de la noche para salir de manera secreta y continuar con su vida de diversión, hasta que la autoridad, percatada de ello, aprestó a un fornido alguacil que lo detuvo de madrugada en el momento de abandonar el templo trianero. Sentenciado a muerte en cuestión de horas y ejecutado sin más dilación como escarmiento en junio de 1603, un romance de la época testimonió cómo la ciudad lamentó aquella muerte, demasiado rigorista:

Elevada está Sevilla

Toda gente suspensa.

Concurren a la gran plaza

de San Francisco con prisa,

porque hoy lunes en la tarde

dicen que se representa

de Alonso Álvarez el bravo

la lastimosa tragedia.

Para mayor agravio hacia su persona, se le negó cristiana sepultura, ya que sus restos fueron descuartizados y colocados en cuatro puntos cardinales de la ciudad como público escarmiento. Un texto conservado en el Archivo de la Catedral de Sevilla recoge lo sucedido: 

"Murió colgado en el aire, porque un asistente de Sevilla, que era el conde de Castrillo, irritado de que en público burlaba dél, le anduvo a la mira, y por una cosa bien ligera de una cuestión que armó le sacó de la iglesia deSanta Ana y le acusó que llamaba este al asistente por mal nombre Caga la Soga, tomándolo de un hombre pobre"

Por su parte, Quevedo en uno de los capítulos de "El Buscón", ejemplo de novela picaresca donde las haya, relata que en el transcurso de una cena, uno de los comensales habla de este modo:

«Los que las cogieron tristes a las borracheras, lloraron tiernamente al malogrado Alonso Álvarez, apodado el “Tuerto”. ¿Quién es este Alonso Álvarez… que tanto se ha sentido su muerte? –mancebito- dijo el uno- lidiador ahígado, mozo de manos y buen compañero».

El triste final del poeta tuerto quizá le valiera ganar para la posteridad fama de escritor "calavera" que lo mismo componía versos para Lope de Vega que ejercitaba su acero en la collación de Santa Marina, incluso hay quien dice que algunas noches se escuchan los ecos lejanos de letrillas compuestas por él en las callejas cercanas a Macasta, pero esa, esa ya es otra historia...