Rebuscando posibles temas para esta sección, nuestro habitual equipo de documentalistas, archiveros y bibliotecarios nos alertó de la inexistencia de una reseña acerca de los diferentes Pozos erigidos en Sevilla en general y pertenecientes a calles o conventos en particular. Comenzaremos, pues, por uno bastante conocido, y que es hasta "Santo":
El
azulejo que preside dicho lugar es bastante elocuente, en él se nos
cuenta que se fundó como Fraternidad Franciscana para mujeres
impedidas en 1666 por las madres beatas de la Orden tercera de San
Francisco Marta de Jesús y Beatriz de la Concepción; y así debió
ser, pues María del Carmen Giménez, profesora del Departamento de
Historia Contemporánea de la Hispalense, cuenta que el día 5 de
enero, víspera de la Festividad de la Epifanía, del año ya
comentado, arribaba a nuestra ciudad la religiosa franciscana Beatriz
Jerónima de la Concepción, comisionada por su superiora para lograr
limosnas con que constituir un Hospital de convalecientes en el
salmantino pueblo de Cabrilla.
Pero
como el hombre propone y Dios dispone, coincidiendo con que religioso
dominico Fray Gonzalo de Morales, confesor de la madre Beatriz,
aconsejó a ésta la creación en Sevilla de otro instituto benéfico
ella misma enfermó, lo que la movió a crear precisamente ese
Hospital para ella misma y otras mujeres desvalidas. No quedó ahí
la cosa, pues la mismísima Superiora, Marta de Jesús Carrillo, no
sólo concedió su beneplácito, sino que viajo ella misma a Sevilla
para ayudar a su compañera en el fin común que ambas se habían
planteado: fundar un Hospital destinado a la asistencia de mujeres
impedidas en cama o ciegas.
Entra
en escena otra mujer, Doña Ana Trujillo, quien determinó proveer el
terreno para el hospital que, al mismo tiempo, hizo donación de tres
camas y de un cuadro que representaba a Cristo resucitado y a San
Francisco y Santa Teresa. Esta primera casa estaba situada en la
calle de la Venera, actual José Gestoso.
Con dichos elementos y la limosna de 50 reales que dio el doctor en Teología Melchor de Escuda, Obispo de Bizerta, se creó esta benéfica institución bajo el título de “Hospital del Santísimo Cristo de los Dolores o del Buen Pastor”. Tres años después, la misma señora Trujillo compró en la plaza del Pozo Santo el sitio en que hoy se alza el Hospital. Fallecida la madre Beatriz, su compañera Marta de Jesús, sola, procuró completar la fundación formando la Comunidad, trazando sus reglas, que fueron aprobadas por el Arzobispo Espínola y activando la terminación de las enfermerías e iglesia. La iglesia fue abierta el 18 de enero de 1682 y bendecida el 4 de febrero de 1686 por el prelado Jaime de Palafox y Cardona.
Con dichos elementos y la limosna de 50 reales que dio el doctor en Teología Melchor de Escuda, Obispo de Bizerta, se creó esta benéfica institución bajo el título de “Hospital del Santísimo Cristo de los Dolores o del Buen Pastor”. Tres años después, la misma señora Trujillo compró en la plaza del Pozo Santo el sitio en que hoy se alza el Hospital. Fallecida la madre Beatriz, su compañera Marta de Jesús, sola, procuró completar la fundación formando la Comunidad, trazando sus reglas, que fueron aprobadas por el Arzobispo Espínola y activando la terminación de las enfermerías e iglesia. La iglesia fue abierta el 18 de enero de 1682 y bendecida el 4 de febrero de 1686 por el prelado Jaime de Palafox y Cardona.
Hasta aquí los comienzos de esta benéfica institución, siempre digna de encomio por su meritoria labor, pero, ¿Por qué el nombre de “Pozo Santo”? ¿Existió un pozo en la zona? ¿Por qué se “canonizó”? Un azulejo, realizado por Luis Maroto de Guzmán en 1916 y colocado en ese año en el zaguán del actual Comedor de San Juan de Dios, en la frontera calle Misericordia, nos recuerda un suceso o leyenda acaecida no se sabe bien cuándo. Luis de Peraza, en su Historia de Sevilla, escrita en torno a 1535-1536 según el profesor Morales Padrón, nos lo cuenta de esta manera, reproduciento por nuestra parte el texto tal cual:
“Otras algunas cosas hai en la real cibdad Sevilla, cuyos nombres, aunque usamos, por no saber las causas dellos, nos ponen admiración, y combidan a nuestros ánimos a que lo preguntemos. Es el primero el Varrio del Pozo Santo, al qual hombres mui antiguos, dignos de fee, llaman así; y preguntándoles yo a algunos dellos la causa, responden, en el tiempo pasado haver allí enmedio de aquella plaza, haver sido un pozo común, del qual se servía en sus necesidades todo aquél varrio, y cayendo un niño en él, súbitamente subió el agua hasta arriba hasta lanzar al niño y ponerlo sin ninguna lisión en tierra. Por esto fue aquel pozo luego aplicado a la confiscación y tapado por que más no se aprovechasen dél en usos profanos, y su nombre de Santo Pozo se ha quedado así.”
Curiosamente,
en 1832, el investigador González de León, al describir la Plaza
del Pozo Santo, también aludía al mencionado hecho milagroso,
ampliado la información:
“En
este sitio estaba una pintura de Nuestra Señora y al pie
un pozo público en el cual por descuido casual cayó un
niño y o el mismo
clamó, ó sus padres lo encomendaron á la Señora en aquella
pintura, y continuando en su oración vieron que las aguas del pozo
subían con el niño hasta llegarlo al brocal donde sus padres lo
recogieron salvo y sano. Esto movió á los cofrades del antigüo é
inmediato hospital de la Misericordia á que llevasen la citada
imágen dentro de su iglesia y la colocasen en su altar mayor
pintando el milagro en el mismo cuadro, y levantando sobre el pozo
una cruz y cercándola de rejas co-mo existe, dejando á la
posteridad el nombre del pozo Santo para eterna memoria del milagro.
Este nombre de Santo se le dió al pozo, y del pozo Santo tomó el
nombre la pla-za, y despues el hospital qjae se fundó en ella. (…) El
sitado pozo está cubierto, y en la octava de la Asunción de Nuestra
Señora lo abren y se veven sus aguas, sin que en la plaza
halla nada mas que observar; la cual es pequeña y está á la salida
de la calle de la Misericordia.”
Nada
se sabe de la pintura que alude González de León, aunque
curiosamente se conserva en la Sacristía de los Cálices de la Catedral un lienzo llamado La Virgen
del Valle o del Pozo Santo, atribuida a Alonso Vázquez en el último
cuarto del siglo XVI.
Otro
apunte con un pozo como protagonista, un suceso narrado por también
por Don Félix González de León: se cuenta que en 1403 ocurrió
célebre milagro que hizo, se supone, la Virgen María a través de
una imagen suya propiedad de una señora natural de Écija. Todo
estriba en que al parecer el hijo de esta ecijana cayó al pozo de su
vivienda en un descuido y las aguas se levantaron hasta el brocal,
echando fuera al niño en presencia, se dice, de innumerables
testigos. Este milagro conmovió tanto a la piadosa mujer que con sus
donatviso fundó un convento de monjas Dominicas con la advocación
del Valle, pensamos que por tratarse de la Virgen patrona de Écija.
Con el tiempo ese Convento del Valle ha quedado ahora convertido en
el Santuario de la Hermandad de los Gitanos, quien conserva junto al
templo, en la zona de la tienda de recuerdos, un brocal de pozo de
bastante antiguedad, ¿Será el pozo que dio origen a la leyenda
milagrosa?
Tampoco podemos olvidar que un tramo de la calle Feria, donde estaban radicados los pertenecientes al Gremio de Carpinteros, se llamó en el siglo XVI Pozo de los Hurones, en alusión a estos animales, criados al parecer para ser utilizados sobre todo para la caza de conejos.
Y por último, un pozo en pleno centro histórico: el del Compás del Antiguo Convento de la Paz, ahora sede de la Hermandad de la Sagrada Mortaja; un pozo del cuál nos cuentan que hasta los años 50 o 60 sirvió para proporcionar agua a los vecinos del patio en tiempos de sequía...
Terminamos, pues, y aprovechamos para dejar un refrán castellano apopiado para estas letras: "Dios te dé salud y gozo y casa con corral y pozo."
Y por último, un pozo en pleno centro histórico: el del Compás del Antiguo Convento de la Paz, ahora sede de la Hermandad de la Sagrada Mortaja; un pozo del cuál nos cuentan que hasta los años 50 o 60 sirvió para proporcionar agua a los vecinos del patio en tiempos de sequía...
Terminamos, pues, y aprovechamos para dejar un refrán castellano apopiado para estas letras: "Dios te dé salud y gozo y casa con corral y pozo."