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24 abril, 2023

La Feria de "El Tío Clarín".

Con la Feria de Abril ya en plena efervescencia y con el Real de los Remedios cumpliendo sus bodas de oro como escenario para la misma, en esta ocasión vamos a fijarnos en otra Feria, la de años pretéritos y en cierta y poco conocida visión satírica de la misma. Pero como siempre, vayamos por partes. 

Componente habitual dentro de la prensa española del siglo XIX fueron las revistas cómicas o satíricas, en las que con ironía, sarcasmo y humor (no siempre del bueno) todo era susceptible de crítica, siempre con permiso de la censura gubernamental o de la tolerancia de las principales instituciones eclesiásticas o laicas, que de todo había. El catálogo de publicaciones de este tipo en nuestra ciudad fue más que extenso, y de ello hay buena muestra en las hemerotecas; algunas revistas apenas sobrevivían una docena de números debido a la gran competencia existente, mientras otras, en cambio, lograron dejar cierta huella y legado, como es el caso de la publicación editada por Luis Mariani y Jiménez, impresa en las máquinas de Eduardo Hidalgo y Compañía  y que durante un tiempo gozó de cierto predicamento y fama.


 "El Tío Clarín", que así se llamó la revista, nació en enero de 1864 y editó su último número en 1868, coincidiendo prácticamente con los últimos años del reinado de Isabel II, momento en el que las posturas políticas estaban más que radicalizadas y publicándose todos los lunes con cuatro páginas en tamaño folio. En su primer número, a modo de declaración de intenciones, proclamaba con rotundidad, no exenta de gracejo:

"Este periódico, compuesto de sustancias salitrosas y epigramáticas, es un antídoto infalible contra la melancolía; destruye los malos humores y fortifica aun los espíritus más pobres y apocados. En una palabra: 

Es una panacea universal.

Es un elixir de larga vida.

Es un sánalo todo, con el que todo triste o afligido logrará saltar de gozo, disfrutar de la salud del pícaro y hacerse perdurable.

¡Qué ganga! ¡Y todo por cuatro míseros reales!

De lo que se deduce que el que no se suscriba al Tío Clarín, será un cicatero consumado.

¡Cuatro reales! ¡Qué miseria! ¡Ni el costo del papel!

Durante el año, los redactores del Tío Clarín (entre los que se encontraban nombres conocidos como los de Carlos Santigosa, Joaquín Guichot, José de Velilla, Luis Montoto o Amador de los Ríos, entre otros) ponían el foco en asuntos relativos a la ciudad, como su limpieza, el orden público, asuntos nacionales o extranjeros, reformas urbanas o cuestiones municipales, como por ejemplo cierta denuncia sobre el mal endémico de la indigencia y el papel del llamado Asilo de Mendicidad de San Fernando, protagonista de una caricatura en la que sus administradores no salían muy bien parados; esto conllevó una fulminante denuncia por parte de la institución contra el propio Luis Mariani, que se saldó finalmente, como ha estudiado la profesora de la Hispalense María Eugenia Gutiérrez, con el pago de una multa de 4.000 reales. 

Ni que decir tiene, cuando llegaban las fiestas principales como la Semana Santa o la Feria, no se escatimaba papel y tinta a la hora de ensalzar o criticar este o aquel acontecimiento, siempre de la mano de la sorna o de la guasa. Curiosamente, ahora que estamos en días de Feria, en el ejemplar correspondiente al 25 de abril de 1864, se publicó este poema laudatorio no falto de gracia y cargado de detalles sobre cómo era esa casi incipiente Feria de Ganados del XIX, lograda por Ybarra y Bonaplata en 1846.

Fuera de la Puerta Nueva
y en un espacioso prado, 
que nombre de un mártir lleva, 
las tiendas Sevilla eleva 
de su célebre mercado.
No es posible describir 
todo su golpe de vista, 
ni menos de convenir 
que es la del Guadalquivir 
la Feria primera en lista.
Salvo algunas omisiones 
a que les paso la mano, 
y pequeñas variaciones, 
tal es de la Feria el plano 
según mis observaciones.

A la izquierda, bien repletos, 
hay puestos en evidencia 
dos almacenes completos 
de variados objetos, 
que rifa Beneficencia.
Un poco mas apartado, 
los puestos que a los chicuelos 
de numerario abreviado, 
ponen el rostro apurado 
y producen tantos duelos.
Y paralelos a estos, 
abriendo apetito y gana,
miles de miles de puestos 
de turrones y avellanas 
con banderolas compuestos.
Sigue el Casino después 
con su casa de madera,
de qué se yo cuantos pies, 
que mejor que casa, es 
toda una ciudad entera.
Da a la derecha principio 
exornada con primores, 
la casa del Municipio, 
que no ha perdonado ripio 
en gravedad y colores.
El Círculo mercantil 
y tienda de Artillería
van en pos, con otras mil, 
si una gallarda y gentil 
es otra mas todavía.
Y en hileras colocados 
vestidos de mil maneras, 
los puestos de buñoleras 
de tal ambiente cercados
que abren las ganas de veras.
No brilla la argentería 
en su modesto interior, 
ni muebles de gran valía, 
pero en cambio, que es mejor, 
están limpias a porfía.
Carretelas elegantes 
y magníficos corceles
de figuras arrogantes, 
cruzan el Real constantes
con damas y con donceles.
No es posible describir 
todo su golpe de vista, 
ni menos de convenir 
que es la del Guadalquivir 
la Feria primera en lista.
La Feria de Sevilla. Joaquín Domínguez Bécquer. 1867.
 
Al año siguiente, el 24 de abril, el mismo semanario realizaba, por el contrario, otro análisis sobre el recinto y la fiesta, que incidía especialmente en los contrastes y diferencias provocadas por el nivel social de quien acudía al Prado de San Sebastián y que bien podría por ser actual de no ser por la prosa empleada:
Ha pasado la Feria, dejando en pos de sí gratos recuerdos a unos, amargos desengaños a otros, muy buenos cuartos ganados a bastantes, y no pocos perdidos a muchísimos. Gratos recuerdos, a los que deben a la fortuna una posición cómoda, y tienen la posibilidad de satisfacer todos sus caprichos. Para estos son las carretelas, las tiendas cómodamente preparadas, las comidas de fonda, los bailes, los conciertos, y todo cuanto el hombre ha inventado para halagar la vanidad y los sentidos.
 
Amargos desengaños, para los desahuciados por la suerte, de quienes todo el mundo huye como de un apestado. Para estos son los desaires de sus semejantes, y los esquinazos de sus amigos; los pisotones de los caballos, las miradas altaneras, las repostadas de los vendedores, el alfajor de afrecho (hecho de cáscaras de grano) y obleas de las serranas, los fuegos artificiales y la música del Asilo. 

Para los padre de familia, cargados de chiquillos, las cárceles del Purgatorio, las calderas del infierno, las atribulaciones, el aperreo y los desgarrones en los bolsillos, de tanto meter y sacar la mano para pagar juguetes y golosinas. 

Por último, el articulista, mezclando ironía, sarcasmo, algo de mordacidad y una pizca de mala baba, todo hay que decirlo, sacará a la luz una especie de proclama-decálogo no exento, como decíamos, de actualidad para una celebración que apenas había llegado a los veinte años de edad pero que comenzaba ya a ver cómo se estaba gestando poco a poco un cambio en su fisonomía, el aumento del protagonismo del aspecto puramente lúdico o festivo frente al estrictamente ganadero o comercial y la necesidad de proteger la fiesta de influencias ajenas a la misma:
 
  1. Volverá a colocarse la caseta del Casino, pues los forasteros la echan de menos, y no debe suprimirse una cosa que tanto abulta y adorna.
  2. Las chozas ó casillas de vinos, aguardientes, etc., se suprimirán por lo ocasionadas que son a camorras, y no servir mas que para la gente pobre y de mal tono.
  3. Las casillas de las personas decentes; esto es, de los que tienen dinero, se colocarán donde a ellos les dé !a gana; pues este año se ha observado, que no teniendo bastante con el terreno que se les alquila, invadían la parte que quedaba para el público, sacando sillas y sentándose a reposar la comida.
  4. Se recomendará con eficacia a los cocheros que atropellen a todo el que se descuide, pues de este modo desaparecerá la mitad del género humano, y la otra mitad irá en coche.
  5. No se permitirá cantar flamenco , ni al uso del país; todos los que deseen ensanchar sus pulmones cantarán al piano la Traviata , El Trovador, ó cualquier cosa parecida, ó aunque no se le parezca, pero que sea propio de una fiesta popular.
  6. No habrá otros asientos que las sillas del Asilo; pero se permitirá al que quiera descansar y no lleve una peseta, que se siente en el suelo.
  7. Habrá fuego, pues aunque este año los ha habido, han sido artificiales, y apenas se han notado.
  8. Se cree innecesaria la colocación de tantas bandas de música que aturden los sentidos: los músicos, vayan con la música a otra parte, que aquí la llevamos sobrada. 
  9. No se dejará entrar ganado de ninguna especie, porque debe suponerse que esto no es feria, sino tres días de expansión para la gente "de monea".
  10. La puerta de S. Fernando no se derribará, porque servirá para colocar porteros que recojan los billetes de entrada, que costarán nada mas que una sofocación y cien mil pisotones a los ignorantes que prefieren que lo estrujen en ella, a entrar por el hueco tan precioso como desahogado con que les brinda el sitio que fue puerta de Jerez.

Como puede apreciarse, el contenido puede recordar ciertamente a lo escrito por Gustavo Adolfo Bécquer apenas cuatro años después en un artículo muy conocido y publicado, sólo un año antes de su muerte en "El Museo UNiversal", artículo lleno de nostalgia por la pérdida de la esencia de la Feria. 

Por cierto, en 1868, tras apenas cuatro años de andadura editorial, "El Tío Clarín" fue cerrado por orden gubernamental, sin que hayamos conseguido saber, a ciencia cierta, los motivos de tal clausura, era el triste destino de este tipo de publicaciones satíricas de vida efímera, aunque esa, esa ya es otra historia...  


08 noviembre, 2021

"Cambalaches" del XVIII.

 Allá por el siglo XVIII, si alguien deseaba, por poner un ejemplo, anunciar la venta de unos muebles, contratar un criado o informar de la pérdida de algún objeto de valor, lo usual era recurrir a los servicios de alguno de los habituales pregoneros que cobraban por anunciar avisos y demás informaciones de viva voz y en lugares concurridos, a fin de lograr la máxima difusión de la "noticia". 

Sin embargo, en la tarde del viernes 14 de abril de 1758 había bastante ajetreo en la puerta de la imprenta de José Navarro y Armijo, situada en la entonces llamada calle Génova, actual Avenida de la Constitución; de las prensas del establecimiento salían los primeros ejemplares del "Hebdomadario Útil Sevillano", una publicación semanal, como su nombre indica, que durante unos años sirvió para informar y dar servicio público a los sevillanos de la época cuando las rotativas y las mesas de redacción eran algo impensable. Curiosamente no fue la primera, ya que en el siglo XVII, entre 1661 y 1667, se publicó la Gazeta Nueva de Sevilla, bajo los auspicios del impresor Juan Gómez de Blas. 

 Al precio de dos cuartos, se vendía en la propia imprenta y en una librería de la calle Alcaicería, por no hablar de cómo los ciegos, vendedores habituales de la llamada "literatura de cordel", al colgar los pliegos de ese modo, también pusieron de su parte a la hora de la distribución de ejemplares de esta edición sevillana cuyo editor desconocemos pero que a buen seguro tomó como modelo otros títulos publicados en Madrid, como el llamado Diario Noticioso, Curioso, Erudito y comercial público y económico cuya cabeza visible era Francisco Mariano Nipho.


 Tal como ha reseñado la profesora María del Carmen Montoya Rodríguez, el Hebdomadario surge para cubrir una serie de necesidades y se enfoca a todos los públicos (que supieran leer, claro está), editándose todos los viernes y martes, aunque finalmente parece que sólo vería la luz la edición de los viernes. Cada número, editado en dos columnas en tamaño cuarto y cuatro páginas, comenzaba con algún tipo de enseñanza o artículo de carácter religioso, aunque no faltaron artículos como el dedicado al Monumento Eucarístico de la Catedral de Sevilla, más crónicas o anuncios de actos sociales o fiestas populares, sucesos variados y hasta noticias escabrosas y moralizantes, así como un grupo de secciones fijas que merece la pena reseñemos aunque de manera escueta:

La de "ventas y compras", donde tenían cabida todo tipo de artículos, desde simples cancelas hasta fincas enteras, pasando por vajillas, muebles, armas, vestuario, ganado y objetos artísticos como esculturas, pinturas o retablos; quizá esta parte nos recuerde, por qué no, al conocido "Cambalache" o a cualquier página de internet dedicada a compra venta. 


 Otro apartado importante era el de las "Pérdidas", donde se reflejaban las denuncias de ciudadanos que afirmaban haber extraviado algún objeto importante, pongamos por caso este anuncio de abril de 1759, como puede deducirse, el suceso tuvo lugar entre la calle Córdoba y la de Álvarez Quintero: 
 
"El día siete del corriente, desde los Alcuceros a la Cruz de los Polaineros, se perdió una bolsa de estambre de colores, dentro incluía 96 reales en plata y en cobre, 20 cuartos; a la restitución acúdase a Don Pedro Rodríguez, cirujano Plaza de Nuestro Señor San Salvador y se le dará su hallazgo".

Veamos estos otros dos de agosto del mismo año: 

"El viernes por la mañana, tres del corriente, viniendo de fuera un religioso, se le perdió una caja, dentro Anteojos, con armadura de plata, y correspondiendo sus grados a su vista, solicita su restitución, acudiendo al Padre Sacristán del Convento del Señor San Joseph, quien dará el hallazgo".

 "Domingo 22 del pasado mes, estando un sujeto en la calle de las Armas viendo pasar la procesión de Nuestra Señora del Carmen, perdió o echó de menos de su bolsillo una caja llena de tabaco dicha de China, blanca, con flores encarnadas, su fábrica cuadrada, a modo de canastillo, con cerco y charnela de plata; a su restitución se acudirá al Padre Cura de la parroquial de San Martín, por cuya mano se ofrecen dar dos pesos por su hallazgo, sin más pregunta en el asunto". 

Llaman la atención las detalladas descripciones de los objetos perdidos así como el término "restitución" indicado en el caso de que se devolviera el objeto con la posible recompensa o gratificación. 


 Igualmente, y ya que hablamos de "Restituciones", podemos poner un ejemplo de 1759 también: 

"Martes 8 del corriente, el Campanillero que toca para el Rosario de Nuestra Señora de la Antigua, al sitio de la Puerta del Perdón, se encontró un Rosario engarzado en plata, con otras circunstancias de estimación y valor, que solo pretende se las participe a su dueño para su entrego". 

En este caso, curiosamente, se obviaban detalles "ex profeso" a fin de evitar que apareciesen falsos propietarios y lograr que el auténtico dueño diese pormenores para hacerse merecedor de la devolución. 

Además, el aspecto religioso se plasmaba en las convocatorias de cultos y actos religiosos (Novenas, Octavas, Rosarios, procesiones) y en la publicación del Santoral cada número.Tampoco se descuidaban asuntos económicos o financieros, con los precios del grano, la carne y otros productos, así como los navíos llegados a puerto con su carga y pasaje.  

La sección "Habilidad" sería el equivalente al ofrecimiento de servicios u oficios, de modo que artesanos publicitaban su actividad, como en el caso de este tapicero publicado en noviembre de 1759:

"Al sitio de la Alfalfa, pasada la Pastelería, vive Bonifacio de Toledo, quien hace presente al público poderle servir en componer alfombras, tapicerías y labrar de todo primor de junco; une al viejo el nuevo sin distinción a la vista"

"A la Fuente Italiana, o Casa de las Salchichas, debajo de los portales, enfrente de la Punta del Diamante, asiste un italiano próximamente llegado que tiene la habilidad de trabajar y hacer colchones a todo primor, como consta en diferentes casas en esta ciudad, que ha lucido su aplicación."

Para no cansar mucho más, no nos resistimos a mencionar un último apartado, el correspondiente a "Amos y Criados", donde podían leerse avisos como estos: 

"Se necesita un Joven que sepa escribir medianamente para un Escritorio y en sus vacantes ha de acompañar a su Ama cuando lo permita la ocasión, no se le escasea el salario siempre que su aplicación y trabajo en la pluma se lo merezca; acúdase a las Oficinas de la Real Casa de Contratación, donde hallarán razón."

"Cierto sujeto hábil en la administración de Sacristía, e inteligente en toda instrucción en la música, con todo arreglo a sus preceptos y voz correspondiente, pretende colocación en esta Ciudad donde pueda ejercitar su habilidad, para lo cual se dará noticia en la Imprenta".

"Cierta doncella de labor, su edad veinte y ocho años, que al presente se halla fuera de esta ciudad, pretende su acomodo, y dice tener la habilidad de coser de primor, así a la española, francesa e inglesa, planchear, bordar en blanco y otras clases, se acudirá por razón donde éste se imprime". 

El Hebdomadario, al que incluso le salió un imitador satírico "El Embromario", se publicó durante algunos años más, aunque se le pierde la pista sobre 1767, quizá al ser poco rentable al decir de su impresor. Su lugar será ocupado por otras publicaciones, como El Correo de Sevilla (1781) o el Diario Histórico y Político de Sevilla (1792), pero esa, esa ya es otra historia..