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01 abril, 2024

Pascual.


En esta ocasión, transcurridos desigualmente los fastos de la Semana Santa, nos vamos a centrar en un elemento litúrgico muy común en este tiempo de Resurrección, pero sobre todo y especialmente, en uno que se encontraba en el primer templo de la ciudad; pero como siempre, vayamos por partes. 

En el siglo V era costumbre encender lámparas durante la vigilia pascual en Jerusalén, e incluso el emperador Constantino ordenó encender numerosas columnas de cera para alumbrar la noche en la que se conmemoraba la Resurrección de Cristo. Curiosamente, la Iglesia rechazaba el empleo de cirios por considerarlos paganos, aunque desde el mismo siglo V, como decíamos, se usaba un cirio pascual en la Roma de aquellos años. 


El fuego y la luz se han identificado siempre en la liturgia cristiana como el triunfo de la vida frente a la oscuridad de la muerte, de ahí que ya en época medieval se asocie a Jesús durante su Pasión y Resurrección, concretamente en símbolo de victoria y luz del mundo. Fabricado en cera pura de abeja, o al menos parcialmente, actualmente se graba en él una cruz y las letras Alfa y Omega, primera y última del alfabeto griego, aparte de otras inscripciones e incluso cinco granos de incienso, como recuerdo de las Cinco Llagas de Jesús. Además de encenderse por primera vez desde el fuego bendecido de la noche del Sábado Santo, el Cirio Pascual preside encendido todas las eucaristías hasta la solemnidad de Pentecostés y ha de estar presente también con su luz las exequias fúnebres y los bautismos. 

Fue célebre a lo largo de los siglos el Cirio Pascual de la Catedral de Sevilla, tanto por su tamaño como por su calidad, de hecho Alonso de Morgado, en su Historia de Sevilla se refería a él en estos términos al describir la opulencia de la Catedral: 

"En lo que menos se imagina, se manifiesta también la gran magestad y riqueza de la Sancta Iglesia. Pues quien dirá que el Cirio Pascual (que a su tiempo se pone en la Capilla Mayor muy dorado, y labrado) tiene de peso setenta y seys arrobas de cera y que también se labren en cada un año doze mil y setecientas y veynte y tantas Libras para su gasto."

Ya que aludimos al peso de dicho Cirio, allá por 1641 Luis Vélez de Guevara publicaba El Diablo Cojuelo, obra satírica en la que un joven estudiante libera al diablo de una redoma donde había estado encerrado y éste, como agradecimiento, le invita a realizar un viaje aéreo por la ciudad, divisando incluso lo que ocurre bajo sus tejados, todo ello en un claro tono crítico y burlesco. En uno de sus "Trancos" o capítulos, se menciona el Cirio Pascual de la Catedral de Sevilla:

"Ya por aquella torre que descubrimos desde tan lejos discurrirás que esa bellísima fábrica que está arrimada a ella es la Iglesia Mayor y mayor templo de cuantos fabricó la antigüedad ni el siglo de agora reconoce. No quiero decirte por menudos sus grandezas; baste afirmarte que su cirio pascual pesa ochenta y cuatro arrobas de cera."

Francisco Rodríguez Marín, que analizó y editó esta obra, considera la cifra una más que evidente exageración para acrecentar aún más lo cómico de lo explicado, ya que esas ochenta y cuatro arrobas equivaldrían en nuestros días a más de una tonelada de cera, una auténtica barbaridad imposible de fabricar en los talleres cereros del cercano Colegio de San Miguel, lugar donde se elaboraba. 

  Resulta curioso que un viejo conocido de este Blog, el erudito José Gestoso, encontrase en el archivo catedralicio referencias de pintores de los siglos XVI y XVII a los que el Cabildo encargaba la decoración del mencionado cirio; así, aparecen y destacan los nombres de, por ejemplo, Lorenzo Fernández, que cobró en 1462 cuatro maravedíes por la pintura del cirio pascual, Luis Hernández, que cobró quince ducados en 1581 por la misma tarea o Antón Pérez "pintor de imágenes" que en 1543 vivía en unas casas de la calle Alhóndiga con su mujer Isabel Ortiz y sus dos hijas desde 1540 a 1560 se encargó de esa tarea ininterrumpidamente, lo que indica que era un elemento sumamente importante en el ajuar litúrgico de la catedral sevillana.

Por su parte, el Cirio Pascual llamó la atención a muchos extranjeros que acudieron a presenciar los cultos catedralicios; así, en 1837 el viajero romántico británico David Roberts (1796-1864) plasmó en una litografía la apariencia de dicho Cirio Pascual, con elevada altura (unos ocho metros) y a cuyo cuidado siempre había un acólito que recogía la cera derretida y evitaba que la llama del pabilo se acrecentase hasta peligrar el propio cirio. Pocos años después, Teófilo Gautier (1811-1872), otro viajero francés que dedicó parte de su vida a descubrir nuestro país, tuvo palabras para Sevilla allá por 1840, haciendo hincapié en el referido Cirio, incluso con un punto de exageración intencionada:

"El cirio pascual, semejante al palo de un barco, pesa 2.050 libras. El candelero de bronce correspondiente está copiado del que había en el templo de Jerusalén, según se le ve en los bajo relieves del arco de Tito. Arden al año en la Catedral 20.000 libras de cera y otro tanto de aceite y se consumen para consagrar 18.750 litros de vino. Verdad es que se dicen cada día 500 misas en los ochenta altares."



Parece que con el paso de las décadas el tamaño del gigantesco cirio pascual de la catedral hispalense fue reduciéndose, aunque aún en 1901 el anónimo autor de "Sevilla histórica, monumental, artística y topográfica", editada por la Librería de José G. Fernández, indicaba, al referirse a la Capilla Mayor de la Catedral que: 

"Al lado del Evangelio se encuentra un robusto pedestal de jaspe con su base, sobre el que se sienta el gran cirio pascual en forma de columna ochavada que es la admiración de naturales y extranjeros por su colosal tamaño. El que se ponía antiguamente pesaba 53 arrobas y el de hoy no pesa más de 6 y media."

En resumidas cuentas, todo lo que hemos reseñado brevemente nos da idea de la importancia de este tipo de elementos a lo largo de la historia de la liturgia catedralicia, en unión de otros que merecerían una reseña, como la matraca o el tenebrario, pero esa, esa ya es otra historia. 


10 abril, 2023

A tiros.

Ahora que ha finalizado la Semana Santa y que la Pascua de Resurrección toma el relevo dentro del calendario sevillano, con permiso de la inminente Feria de Abril, no estaría de más reseñar una antigua costumbre de esto días, hoy desaparecida, pero llena de tradición. Pero, también, como siempre, vayamos por partes. 

En 1897 Alejandro Guichot (1849-1941), hijo del cronista local Joaquín Guichot, y estudioso del folklore local, reseñó multitud de detalles, costumbres y tradiciones que se mantenían en nuestra ciudad, como tesoro local necesario de conservar. Algunas de estas ceremonias o ritos ha llegado hasta nuestros días, como todo lo que rodea la Semana Santa o celebraciones como las cruces de mayo, romerías o acontecimientos ligados a diversas festividades. Otras, en cambio, se fueron difuminando con el paso de los años, algunas por el cambio de los tiempos, algunas, por apatía popular y otras, simplemente, porque perdieron peso entre el público local.

Es sabido que por aquel entonces, finales del siglo XIX, la Semana Santa constituía ya uno de los pilares fundamentales del calendario de fiestas de la ciudad, y junto a ella, se mantenían ciertas costumbres ligadas a la liturgia catedralicia, como por ejemplo la ceremonia de la Seña que no hace mucho comentamos por estos lares. Otra, estrictamente ligada al pueblo y su manera de entender aquellas jornadas santas vinculadas a la Pasión, Muerte y Resurrección tenían cierto punto de ritual de revancha, represalia o venganza. Además, una de ellas, especialmente, habría que entenderla cuando el Sábado posterior al Viernes Santo no era día penitencial, al contrario, antes de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II era considerado Sábado de Gloria.

El Viernes Santo, con los retablos cubiertos por velos morados, sin el sonido de las campanas, sustituido por la matraca, el silencio se adueñaba de la ciudad en señal de luto por la muerte del Redentor, incluso con el cierre de los establecimientos comerciales y hosteleros. Sin embargo, a la mañana siguiente todo se enfocaba hacia la Vigilia de Resurrección, con la Giralda preparándose para dar sus mejores repiques de Gloria, seguida de los campanarios de torres y espadañas en alegre sinfonía de bronce. Era curioso ver cómo los niños, forzados a mantener quietud por el duelo sacro, ahora prorrumpían en gritos, tocaban trompetas (como uno que nosotros sabemos) y agitaban campanas y almireces como señal de alegría y del fin de los días fúnebres. 

En muchos barrios hispalenses, como por ejemplo el de San Bernardo, la gente se aprestaba a preparar "Los Judas" o "El Judas", especie de muñeco compuesto de varios fragmentos, al decir de Guichot. Así, el primer trozo de realizaba con paja, y se envolvía con trapos para conformar el torso y cintura de una figura humana, a la que se cosían sendos brazos con manos de trapo y dedos grandes y estirados; en la cintura del monigote se añadía un saco pequeño que indicaba el lugar de las treinta monedas que Judas cobró como pago de su traición. Sobre el cuello de la figura se situaba lo que hacía las veces de la cabeza, realizadas de modo grotesco, reproduciendo de manera esquemática el rostro con líneas verticales u horizontales, sin olvidar bigotes, barba o patillas. 

A la cabeza no le faltaba su sombrero hongo, si era un Judas "señorito" o un ajado sombrero de ala ancha si era un Judas "popular". Tampoco faltaba una faja de color rojo en la cintura que unía las piernas al tronco, con viejos zapatos en sus extremos.  Ni que decir tiene que el aspecto rígido, cómico y casi grosero del Judas servía para ser blanco de todo tipo de chanzas y burlas entre la chiquillería del barrio, deseosa de un motivo para la fiesta y la guasa. 

Son apenas las nueve de la mañana del Sábado de Gloria cuando un pequeño ejército de niños se organiza en formación  y acude a contemplar cómo en casi todos los balcones de las casas del barrio se han colgado los Judas, y cantan en medio de un griterío ensordecedor:

¡Maten al Júas,

Pícaro traidó;

Toquen a gloria

Pá nuestro Ceñó!

Al grupo de niños con palos y cañas se unen jóvenes armados con escopetas. Todos aguardan. Al fin, a las diez de la mañana, se escuchan en la lejanía las campanas de la Giralda repicando a Gloria. Es la señal esperada con anhelo por todos. Los disparos se suceden como una descarga de fusilería con los Judas como objetivo, unos caen de los balcones por acción de la buena puntería, otros son arrancados por la fuerza. En cualquier caso, al caer al suelo, los Judas son literalmente despedazados por la multitud enardecida, mientras los niños se reparten sus despojos como botín de guerra o trofeo de caza.

El cántico ahora cambia en su letra: 

"Er Júas puñetero

Abajo bá caé.

Er Júas berraquero

Abajo bá caé"

Como colofón, una improvisada pira quema todos los restos, como simbólico y purificador ajuste de cuentas contra el traidor más famoso de todos los tiempos, el humo y las llamas lo invaden todo como si con ello se quisiera purificar un espacio o un tiempo. Poco a poco, la multitud ruidosa se diluye hasta el año que viene, dejando un rastro de restos quemados y olor a pólvora.  

Curiosamente, la costumbre de quemar a los Judas es muy frecuente en otras zonas, como en Lisboa o Sicilia, o en sectores de hispanoamérica,  conservándose aún hoy en día en pueblos de la provincia de Sevilla como Coripe, donde se mantiene la costumbre del "fusilamiento" de una figura satírica representando a algún personaje especialmente odiado por el pueblo, como el Coronavirus, Hugo Chávez, Jordi Pujol o Miguel Carcaño, de modo y manera que con ello, al igual que en el XIX, se busca cierta venganza violenta contra aquellos que hacen el mal a juicio de los habitantes de aquella localidad. La figura, realizada de paja, guarda en su interior un recipiente con gasolina que prende rápidamente al recibir el impacto de los disparos. 

Por cierto, este año, como curiosidad, la "víctima" ha sido el piloto de helicóptero de la Dirección General de Tráfico que dio positivo por consumo de estupefacientes tras estrellarse con su aparato, frente al rumor de que el protagonista sería en esta ocasión Vladimir Putin, pero esa, esa ya es otra historia.