Con un nombre peculiar, en esta ocasión, nos vamos a la zona cercana a Santa Lucía y la Ronda para descubrir una calle que aunque aparentemente no acoge ni edificios ni historias dignas de ser contadas, merece su hueco en este humilde blog, sobre todo porque no debe su nombre a acontecimiento o personaje que lo mereciera; pero como siempre, vayamos por partes.
En lo que fue una zona de huertas, arrancando desde Santa Lucía y terminando en el ruidoso trajín del tráfico de la Ronda de Capuchinos, en el siglo XIX zona aún amurallada, casi enfrente de la Avenida de Miraflores, la Calle Aceituno conserva su curioso nombre desde al menos 1665, aunque el conocido plano del Asistente Olavide (1771) aparece con el nombre de "Azituno" ¿Quizá se debiera ese nombre a la presencia en la zona de un olivo? ¿Es acaso apellido?
Se sabe de la existencia de molinos de aceite en esta zona, uno de ellos incluso propiedad del Cabildo de la Catedral de Sevilla, y también de las constantes quejas del vecindario por los malos olores provocados por el alpechín que salía de dichos molinos y era vertido en las proximidades de la cercana Puerta de Córdoba, algo que costaría entender en nuestros días. Además, calle actual no termina propia y directamente en la Ronda, sino en otra vía, hoy casi desconocida, llamada Corinto, y que en origen ahora estaría ocupada en parte por la actual Plaza del Giraldillo, espacio privado de una serie de bloques construidos en los años setenta del pasado siglo XX y cuyos laterales dan a Aceituno, San Hermenegildo y la Ronda de Capuchinos, sin olvidar que otro lateral da directamente al cercano Colegio Sor Ángela de la Cruz.
Sobre "Aceituno", acude en nuestra ayuda el clásico cronista sevillano Manuel Álvarez-Benavides, quien relataba en 1874 esta original teoría sobre el apelativo de esta calle:
"En época lejana hubo un largo periodo de tiempo en el cual todas las noches se dejaba escuchar en esta calle un ruido acompasado y extraño, que traía, como si dijésemos en ascuas, a toda la vecindad. Se hablaba de que había encantamentos; dábase por cierta la existencia de un fantasma tan alto como la copa de un pino; muchos afirmaron haber visto salir llamas infernales de cierto punto de la calle, y que grandes columnas de humo formando espirales, eclipsaban el fulgor de las estrellas después de la una de la noche, y por último, las erróneas creencias y vulgares preocupaciones dieron gran longitud al radio del círculo de la superstición.
Las autoridades se encargaron por último de averiguar este asunto, sacando por resultado, que una fábrica de monedas falsas regenteada por un tal Andrés del Aceituno, era lo que ocasionaba el pánico de todos aquellos contornos. La justicia puso a buen recaudo a los laboriosos artistas que halló en aquella reprobada ocupación, los fantasmas terminaron, los asombros concluyeron, y desde entonces se dió a esta calle el nombre del Aceituno en memoria del criminal que por mucho tiempo explotó tanto los bolsillos cuanto la credulidad del público."
Como se ve, de ser cierta esta teoría, estaríamos ante el peculiar caso de una calle que lleva el nombre de un delincuente detenido en ella, a lo que habría que añadir que a lo largo de su historia fue siempre una vía con un caserío de escaso valor y empobrecido, no hay que olvidar que estaríamos en una de las zonas más humildes del sector norte de Sevilla a lo largo de su historia, víctima de la escasez de recursos, las epidemias y la riadas.
Quizá fruto de su ubicación, la calle fue escenario de diversos crímenes a lo largo de la historia, como el ocurrido en una fábrica de hielo establecida allí allá por mayo de 1911 y que se saldó con la muerte a puñaladas del encargado de dicho establecimiento, Manuel Martín Reyes, de cuarenta y tres años, a manos de un empleado del mismo llamado Diego González Muñoz, de profesión carrero, con domicilio en la calle Pureza. La prensa del momento se hizo especial eco del suceso, destacando la mala relación que existía entre ambos y la afición a la bebida del segundo, que fue detenido al poco de cometer el homicidio en las inmediaciones de la cercana calle Sol.
Con el paso de los años, la zona se caracterizó por la presencia de diversas naves con función industrial, una maderera, por ejemplo, y por el profundo cambio urbanístico ocurrido a partir de 1963, tras la riada del Tamarguillo que afectó especialmente a esta zona y provocó la expropiación por parte de las autoridades de la mayoría de los corrales de vecinos ubicados en aquel sector, con el consiguiente desalojo hacia otras zonas urbanas y el desarraigo para muchos. Como curiosidad, sólo quedó en pie en la Ronda de Capuchinos el edificio en el que siguió abierta, durante un tiempo, la famosa cervecería Baturones (o "Baturrones"). Reedificado con viviendas de mayor nivel, poco queda de ese barrio populoso y empobrecido, tan lleno de contrastes, sólo quedan como edificios más antiguos la antigua parroquia de Santa Lucía, el colegio y beaterio de la Santísima Trinidad o la pequeña casa en la que nació Sor Ángela de la Cruz, cuidada con esmero por sus Hijas, pero esa, esa ya es otra historia.
2 comentarios:
Magnífico artículo, éstas son pequeñas curiosidades, que hacen las ciudades distintas, abrazo Manolo.
Muchas, muchas gracias por tu comentario, un abrazo.
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