Si en anterior ocasión tuvimos
privilegio de disfrutar de senderos y caminos allá por tierras de Aracena, no
ha mucho cambiamos de lugar y en inmejorable compañía (pues contamos con incluso escolta canina) acudimos con presteza a
Cazalla de la Sierra,
a orillas del Huéznar, patria chica de nuestro tocayo Alonso de Cabrera, uno
de los felices supervivientes de la expedición de Orellana al Amazonas.
Caminar entre encinas, quejigos,
alcornoques y disfrutar de magníficos y agrestes paisajes fue todo uno nada más
iniciar recorrido por estrechos vericuetos y alejados de mundanal ruido,
acompañando a ello la jornada, que si bien principió con nieblas, concluyó con
sol espléndido que hasta nos dio colores en rostro.
Quede para otra ocasión alabar
belleza de animales de raza porcina que campaban a sus anchas por aquellos
predios, ejemplares sin duda de gran porte y trapío, y que a buen seguro,
cuando les llegue su San Martín, serán exquisito bocado para quien pueda
saborearlos.
Y quede, así mismo, constancia,
de cómo cigüeñas en aquellas tierra han de ser sin duda peligrosa especie,
sobre todo por azulejo que a continuación reproducimos y que pone de manifiesto
cuán prevenido ha de ir el viandante en cierto sitio.