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23 diciembre, 2024

Navidades de otro tiempo.

En esta ocasión, estando en las fechas en las que estamos, sería imperdonable no dedicar estas páginas a la celebración de la Navidad en Sevilla, una festividad religiosa que cada vez más se nos aparece revestida de su correspondiente carga de luces, fiestas, calles atestadas y, en algunos casos, consumo desaforado. Pero, para variar, vamos a lo que vamos. 

Cerrando ya casi el año, traemos a la sazón cuatro interesantes textos sobre cómo eran las Pascuas de Navidad en nuestra ciudad hace cien o ciento cincuenta años y, además, recoger detalles sobre costumbres, añadir datos sobre celebraciones o, incluso, apreciar tópicos típicos de nuestra tierra tamizados por el filtro del narrador local.  

En diciembre de 1913, en el diario sevillano El Liberal, Pedro Antonio de Alarcón apuntaba en una crónica cómo se disponía la ciudad a vivir las vísperas navideñas, en un texto repleto de detalles costumbristas, algunos de ellos desaparecidos: 

"En vísperas de Pascuas. Anoche presentaba Sevilla un aspecto animadísimo. Desde las nueve comenzó el público a desfilar por las distintas calles del centro de la población, viéndose muy concurridos los establecimientos de comestibles y confiterías, que hicieron una gran venta de artículos diversos. La plaza de la Encarnación, como es tradicional, estuvo abierta hasta la doce, y el público desfiló por ella en gran número, haciendo las compras precisas de frutas y otras golosinas. Los puestos de trastos escandalosos han superado este año a los anteriores, viéndose a los consabidos amantes de la Nochebuena hacer un regular consumo de zambombas y panderetas. Organizados después en comparsas recorrieron las calles haciendo un derroche de armonía verdaderamente encantador. En algunas figuraban bandurrias, guitarras y panderetas. Han sido numerosísimas las casas que han organizado fiestas íntimas en honor del Niño de Dios, bailándose y cantándose mucho por los concurrentes. El barrio de Triana ha dado su nota de alegría característica, siendo también no pocas las casas de vecinos que tenían instalados Nacimientos, ante los cuales hubo derroche de buen humor.

En la Catedral. En nuestra grandiosa basílica resultó la fiesta de Navidad con el esplendor de otros años. Las hermosas naves del templo hallábanse profusamente iluminadas. A las nueve y media comenzaron los repiques de la Giralda anunciando la festividad, y a las diez empezó el coro, cantándose los benites, y a continuación los maitines y laudes. Después del Te-Deum subió las gradas del altar mayor el deán, don Luciano Rivas, acompañado del diácono y subdiácono, dando principio la misa a las doce y ejecutando el órgano preciosos villancicos. Al ofertorio subieron al presbiterio el Cabildo y los beneficiados, depositando en las bandejas las sagradas ofrendas. El público fue muy numeroso."

Cambiamos de época. Nos marchamos a la Sevilla de 1874, en la que un viejo conocido de estas páginas, Manuel Álvarez Benavides aporta una visión irónica, o crítica, sobre la castiza forma de celebrar la Navidad en la ciudad, incluso con problemas de orden público: 

"Dos días después llega la Nochebuena, y según uso y costumbre de la gente de esta tierra, conocida por de "María Zantízima", es celebrada con la bulliciosa pandereta, con la sonora zambomba y los alegres palillos, sin que olviden ni músicos ni danzantes la gruesa botija verde llena hasta el mismo gollete del abocado vino peleón, bien sea blanco, de Valdepeñas o tinto. A dicha botija es de ordenanza añadir otra repleta de aguardiente, que al segundo vaso se pone el que lo bebe en disposición de reñir hasta con su misma sombra. A tan confortables líquidos se agrega un almud por lo menos de castañas tostadas y algunas libras de peros. Con estas provisiones y una petaca llena de pitillos, tiene un sevillano de cierta clase lo muy bastante para llevarse cantando, más que un grillo harto de tomates en la noche más calurosa del estío. 

Inútil es decir, que en la noche del 24 de diciembre se arma todos los años en Sevilla cada bronca que canta el misterio, según aquí se dice, por cuya razón cirujanos y practicantes de guardia del Hospital Central y Casas de Socorro, la consideran como una noche Toledana, y así mismo los agentes de policía."

Cartelera. Navidad 1915.

Por cierto, un almud es una medida de cantidad que oscilaba entre los 3 y 4,5 kilos y el significado de la expresión "Noche Toledana" tiene varias teorías históricas sobre sucesos acaecidos en la ciudad castellana, pero en todas ellas se destaca el hecho de pasar la noche en vela, sin dormir y llena de preocupaciones. Tampoco debe extrañar la alusión al jolgorio, la juerga y la jarana, pues ya en 1587, en las denominadas Constituciones Sinodales dictadas siendo arzobispo de Sevilla don Rodrigo de Castro ya se intentaron regular abusos y otras "circunstancias" que ocurrían en los templos hispalenses cuando llegaban los días navideños; de esto modo, en el capítulo 13 de esas Constituciones puede leerse: 

"Por obviar los abusos e inconvenientes que hay en el decir de las misas que llaman de Aguinaldo que se dicen algunos días entes de Navidad; mandamos que de aquí en adelante no se digan las dichas misas antes que sea de día claro, ni se abran las puertas de las iglesias en aquellos días hasta entonces, so pena de quinientos maravedís al que dijere misa y otros quinientos a la persona a cuyo cargo es abrir y cerrar las dichas puertas por cada vez que contravinieren, y lo mismo mandamos se guarde en todos los monasterios. 

Y porque hemos sabido que en muchas iglesias de nuestro Arzobispado, la noche de Navidad entretanto se dicen los divinos oficios muchas personas se juntan en ellas y cantan cantares profanos y hacen otras cosas de irreverencia; prohibimos de aquí adelante no se haga lo susodicho, y mandamos a los Curas procuren evitarlo y avisen a los Vicarios de los excesos que hubiere para que se corrijan y castiguen."

No podía faltar la certera y breve crónica periodística, en este caso a cargo de un anónimo plumilla del diario local de diciembre de 1925; con la ciudad y sus aledaños amenazados por una amenazante crecida e inundación del Guadalquivir, con la consiguiente incertidumbre, aquellas frías Navidades quedaron descritas así:

"LA NOCHEBUENA.

Pasó la Nochebuena. Por las calles circularon algunos grupos de gente alegre y bullanguera que tocaban guitarras y panderetas y cantaban villancicos. También escuchamos un coro de campanilleros. A las doce se dijo en algunas parroquias la tradicional "misa del Gallo". Pasada la hora de la misa, las calles quedaron desiertas. La Nochebuena en Sevilla es noche familiar. 

Ayer, primer día de Pascua, con el tiempo bastante mejorado, aunque no seguro, se lanzó el público a las afueras a contemplar los efectos de la riada. Los venteros de las afueras están pensando en el suicidio. No les ha hecho ni un domingo de invierno bueno. Veremos el próximo si empiezan a desquitarse. El Parque y el paseo de la orilla se vieron concurridísimos. Los teatros también estuvieron muy animados; pero se nota en todo que la riada ha perjudicado mucho, pues durante los días que el agua ha estado encima del muelle se han dejado de ganar muchos jornales. Se quejan todos los que venden y todos los que alquilan. Las paradas de automóviles empezaron a moverse algo ayer.

De la Comisaria nos dicen que no hay novedad mayor, salvo el desgraciado caso de Triana. Tres ó cuatro «tajadas pascuales» seguidas de escándalo y nada más.

Y otra Nochebuena doblada en el libro de la vida. El repórter de El Liberal felicita a sus lectores en las presentes Pascuas... sin enviar tarjeta."

Terminamos. Como siempre, aprovechamos para desear a los oyentes y lectores de Hispalensia unas Felices Pascuas y que el Niño que ahora nace haga propicio el venidero año MMXXV. 

Gracias a todos por estar ahí y, como decía aquel: "sean moderadamente felices".