Por desgracia, y por motivos de sobras conocidos, este año por segunda ocasión consecutiva, no tendrán lugar las diferentes Cruces de Mayo que habitualmente se venían instalando en plazas o patios sevillanos, normalmente por cuenta de vecinos, asociaciones, hermandades o entidades que con ello buscaban crear un lugar para la convivencia con el cante y el baile con el telón de fondo de la Santa Cruz debidamente engalanada. La omnipresente pandemia ha borrado de un plumazo una celebración que solía ser continuación de la Feria de Abril, y que en los últimos años había recuperado cierto auge contando con el apoyo de las autoridades municipales que incluso habían promovido un certamen para premiar a las mejores.
La celebración de las cruces de mayo, muy extendida en toda Andalucía, tiene su origen en la festividad litúrgica de la Invención de la Santa Cruz fijada al menos el siglo VII el día 3 de mayo y conmemora la fecha en la que Elena, madre del emperador Constantino, encuentra en Jerusalén, en el año 326, la Cruz de la Pasión de Cristo. Con el Papa Juan XXIII la festividad fue sustituida por la fiesta de la Exaltación de la Cruz cada 14 de septiembre.
Joaquín Sorolla: El Baile. 1915. |
Antropólogos, como Rodríguez Becerra, han resaltado que esta celebración habría tenido un histórico origen que se remontaría a fiestas incluso precristianas y que se centrarían en el culto al árbol florecido en primavera, para luego ser transformadas sustituyendo el árbol por otro Árbol, en este caso de la Salvación, o sea, la Cruz. El fenómeno festivo de la cruz de mayo incluso fue recogido en algunas comedias de Lope de Vega, como por ejemplo, en "El acero de Madrid" o en "El testigo contra sí":
Paseando por Sevilla
día de la Cruz de mayo,
en el muestra más grandeza
que en el discurso del año,
porque con su devoción
en mil partes levantando
pirámides a la Cruz,
al mismo sol vence en rayos,
entre unos altares vi,
en su riqueza admirado,
a Lisardo, a quien el cielo
dio su merecido pago.
En el siglo XIX se sabe que la organización corría por cuenta de las mujeres de cada vecindad, patio o corral de vecinos, sin que la iglesia ejerciera cierto control. El cante, el baile, la alegría y la manzanilla corrían a raudales bajo el altar montado para la ocasión con innumerables lamparillas, farolillos, cadenetas y colchas y mantones de Manila como telón de fondo para la Cruz de Mayo que presidía el espacio con sus mejores galas, macetas y plantas, flores naturales y rodeada de utensilios de cobre del ajuar doméstico, candelabros o incluso piezas cedidas por alguna Hermandad, como ocurría en la Cruz montada la calle San Jacinto en 1926 con enseres de la Hermandad de la Esperanza de Triana; un periodista del momento indicaba en el diario "El Liberal" que "estas cruces no pueden competir con las de vecinos, porque nadie tiene esos componentes a mano".
En el zaguán del patio o corral, se colocaba una especie de mesa petitoria ("la batea") a cargo de jóvenes vecinas en la que se recababan donativos para sufragar los gastos del montaje. Presidía la Cruz, como decimos, pero también estaban presentes elementos ya prácticamente desaparecidos y hasta desconocidos muchos, como el pianillo u organillo.
¿Cómo era la celebración hace cien años en Sevilla? Rebuscando un poco en hemeroteca, hemos hallado algunas crónicas y referencias de aquella época.
En 1923, por ejemplo, el jurado formado por los señores Piazza, Bermudo, Rueda, Carretero, Luca de Tena y Grosso, visitaba las diferentes cruces inscritas en el concurso del Ayuntamiento, con 500 pesetas en premios, 200 para el primero, 150, 100 y 50 pesetas para las siguientes cruces, con la curiosidad de que sólo se permitía participar a cruces montadas por particulares, quedando excluidas las de entidades o hermandades, quienes veían en ello una oportunidad para sanear sus siempre maltrechas arcas. Como dato, aquel año se instalaron un total de 45 cruces, permaneciendo montadas hasta la festividad del Corpus, primando, a la hora de valorarse, tanto el adorno de la cruz como el ambiente festivo en torno a ella.
En el Diario El Liberal, siempre atentos a las tradiciones locales, se publicaban sabrosas crónicas sobre las diferentes cruces y quienes las montaban, destacando aquel año 23 la de la Hermandad de Monte Sión, situada en el Pasaje de Valvanera:
Diario "El Liberal", 20 de mayo de 1923. |
Por aquel entonces, se planteaba un interesante debate acerca de la necesidad de cobrar "invitación" por entrar o de al menos solicitarla para "privatizar" la celebración, como ocurría por ejemplo en la organizada por la Agrupación Cultural de Dependientes en la calle Amor de Dios número 23 o en la antes aludida de San Jacinto, instalada por cofrades de la Esperanza como José Mensaque o José Rodríguez. En la calle Relator, al hilo de esta cuestión, en el llamado "Salón Moderno" se encontraba en 1926 la Cruz de la Sociedad "Los Criticones" (nombre que lo decía todo, a fuer de ser sinceros), quienes afirmaban que se montaba "para recibir a sus amigos y enemigos. No se trata de una Cruz de Mayo con entrada de pago ni un baile de profesionales", todo lo cual era una declaración de intenciones. Otra Cruz, aunque sólo para sus socios, la montaba el Círculo Mercantil en su caseta de Feria en el Prado de San Sebastián, ya que se trataba de una estructura metálica que permanecía siempre situada allí.
Calle Feria, número 3 |
Calles como Pureza, Almirante Valdés número 5 (desaparecida barreduela en la zona de la calle Imagen, por la Hermandad de la Trinidad), Valme (en San Bernardo), Plaza Menjíbar, Rodrigo de Triana, Pureza, Torneo 67, González Cuadrado 52, Divina Pastora 25 o Resolana 28 (con pancarta incluida que decía "Viva la Macarena porque es su barrio") formarían parte de un recorrido en aquellos meses de mayo de los "felices años veinte" cuando propios y extraños acudían a la expectante Sevilla de los preparativos de la Exposición Iberoamericana de 1929.
Calle Macasta |
Fiesta profana y religiosa, quizá con más de lo primero que de lo segundo, en 1926 el entonces Cardenal Ilundáin decide tomar cartas en el asunto ante, se supone, algunos hechos, y firma un decreto en el que “...reprobamos el abuso de colocar cruces, llamadas de Mayo, en lugares profanos, señaladamente en teatros, casinos, centros de recreo, cines y otros lugares, celebrándose fiestas licenciosas, o bailes escandalosos, y otros excesos que no son la verdadera tradición andaluza sino una profanación de la cruz y de la tradición andaluza de legítimo abolengo cristiano...”, rogando incluso a los fieles cristianos a no asistir a estas celebraciones donde tenían sitio bailes “peligrosos o se concurre con trajes provocativos o atavíos libidinosos”.
No deja de ser curioso, además, cómo las modas influían, pues la prensa local se hacía eco de elementos "modernos" que, según ella, desentonaban, como orquestas de Jazz, bailes poco andaluces como el fox-trot o el vals, o la instalación de "ambigús" o tómbolas, por no hablar de la cada vez más frecuente utilización de ¡bombillas eléctricas!.
Tras la Guerra Civil, el fenómeno de las cruces de mayo fue apagándose poco a poco, incluso la prensa local, allá por mayo de 1959 se lamentaba de la falta de noticias sobre el montaje de ni siquiera una en la ciudad:
Sevilla: Diario de la Tarde. 20 de mayo de 1959. |
Como vemos, no siempre cualquier tiempo fue mejor...