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14 junio, 2021

Puñonrostro.

Seguro que muchos, al leer el título de este post, habrán recordado automáticamente la calle de este nombre, situada en la misma Puerta Osario y que sirve de acceso al centro para no poca circulación rodada o transeuntes que buscan el sector de la Encarnación. El nombre siempre llamativo de esta vía nos hace retrotraernos en esta ocasión a finales del siglo XVI, cuando llega a Sevilla Francisco Arias de Bobadilla, Conde de Puñonrostro. Militar aguerrido y protagonista de numerosos lances y combates al frente de los Tercios de su majestad, sobre todo en Milán y Flandes, luchó a la órdenes de Don Álvaro de Bazán y fue arte y parte en el llamado "Milagro de Empel", acaecido durante la batalla librada entre holandeses y españoles entre el 7 y el 8 de diciembre de 1585. 

Gustavo Ferrer Dalmau: El Milagro de Empel. 

 Durante la misma, ante una inminente derrota española y una propuesta enemiga de capitulación, la respuesta de los mandos de los Tercios fue rotunda: «Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos». Sitiados en un montecillo, rodeados por el enemigo e inundados por las aguas del río Mosa por la rotura intencionada de sus diques, las exhaustas tropas hispanas encontraron aliento en el hallazgo bajo tierra de una pintura de la Virgen María, a la que se encomendaron con fervor. Aquella noche, las aguas se congelaron, dejando en desventaja a los navíos holandeses que asediaban a los españoles, circunstancia que fue aprovechada por éstos para lograr una victoria tan sorprendente que hizo exclamar al almirante Hohenloe-Neuenstein, de las Provincias Unida, contrincante de Puñonrostro: "Tal parece que Dios es español al obrar tan grande milagro". Desde entonces, la Inmaculada Concepción, cuya festividad litúrgica, como sabemos, es el 8 de diciembre, es tenida como Patrona del Arma de Infantería Española. 



Merced a su capacidad de organización y liderazgo, ejercerá también cargos importantes como asesor del Rey, sobre todo en el llamado Consejo de Guerra, en el que se decidían los asuntos relativos a las contiendas y enfrentamientos bélicos que la monarquía española llevaba a cabo por aquel entonces.

Con una impecable hoja de servicios como Maestre de Campo, Arias de Bobadilla es nombrado por Felipe II Asistente de Sevilla en 1597, contando entonces la edad de cincuenta años. Puñonrostro recibe el encargo con la lógica disciplina militar que le caracterizaba, y lo hace además con la encomienda, impopular sin duda, del urgente reclutamiento de tropas para los tercios que combatían por aquel entonces en media Europa y sobre todo para defender la provincia de un posible levantamiento morisco auspiciado por la corona inglesa.

Foto: Reyes de Escalona

Ya en la ciudad, el nuevo regidor se encontrará con los más diversos problemas relacionados con el orden público, afrontándolos desde su mentalidad castrense y haciendo política "manu militari", o lo que es lo mismo "ordeno y mando". 

Fruto de ello serán por ejemplo algunas disposiciones, como la del 29 de abril de 1597, cuando decretó concentrar en el Hospital de la Sangre o de las Cinco Llagas a todos los mendigos y pordioseros de Sevilla. El historiador trianero Francisco de Ariño lo contaba así en 1873: "fue el mayor teatro que jamás se ha visto, porque había más de dos mil pobres, unos sanos y otros viejos, y otros cojos y llagados, y mugeres infinitas, que se cubrió todo el campo y los patios del hospital y a las dos de la tarde fue su señoría acompañado de mucha justicia y con él muchos médicos y entraron en el hospital". A quienes se les consideró lo "suficientemente" pobres o ancianos, se le entregaron unas tablillas con cintas blancas donde decía "licencia para pedir", mientras que a los "no aptos" les ordenó que buscasen ocupación o trabajo en el plazo de tres días, bajo pena de cien azotes, nada menos. 

Del mismo modo autoritario centró sus esfuerzos en erradicar a los llamados "regatones", quienes revendían o especulaban con productos alimenticios de primera necesidad por encima de los precios establecidos y ajenos al control fiscal del cabildo de la ciudad, generando no pocos problemas y trifulcas; a buen seguro que quienes hayan visto la serie televisiva "La Peste", en su segunda temporada, reconocerán que la situación provocada en Sevilla por la la escasez de abastos, carestía y prácticas casi mafiosas tiene mucho que ver con esto que relatamos, incluyendo el perfil del Asistente Pontecorvo, encarnado en la ficción por el actor toledano Federico Aguado y que recuerda no poco a nuestro Puñonrostro. 

A mayor abundamiento, llegaron a circular coplillas populares en su honor, como éstas que transcribió Ariño: 

Eso si, cuerpo de Dios,
Bien haya el nuevo asistente,
Pues hace guardar la tasa
A toda suerte de gente.

A todos nos hace iguales.
Pues que no siendo jueces.
Nos hace comer barato 
Como el oidor y el regente.

Todo el mundo es veinte y cuatro. 
No hay quien no sea teniente.
Que todos somos justicia
Por los nuevos aranceles.

 A modo de anécdotas sobre cómo era el carácter de Arias de Bobadilla, baste comentar que en cierta ocasión prendieron a un pastelero por vender huevos al Cardenal Rodrigo de Castro, ¿El motivo? Al ser un artículo de lujo en aquella época, su precio estaba tasado en 5 maravedíes la unidad, y en este caso el Asistente comprobó, gracias al testimonio del repostero, que el Tesorero de Su Eminencia los había adquirido a 16, lo cual iba en contra de las disposiciones del cabildo y conllevaba pena de azotes; la intervención del propio Cardenal salvó al pastelero de la pena, aunque aquel hubo de entregar una limosna de cincuenta ducados para los pobre de la cárcel siguiendo la "sugerencia" de Puñonrostro. 

Igualmente, es muy conocido el episodio en el que, durante una ronda nocturna por tabernas y mesones, inquirió a una joven sobre su procedencia y motivos de trabajar en tan difícil lugar, a lo que la moza contestó que se hallaba allí para mantener a su hijo pequeño, fruto de una relación ilícita con cierto canónigo de la catedral que luego se desentendió de ambos pese a sus promesas iniciales; citado dicho canónigo ante la presencia del Asistente, Puñonrostro se encaró con el estupefacto y atemorizado eclesiástico, que esperaba cualquier cosa menos un lance como aquel, obligándole a entregarle a la joven la cantidad de cien ducados prometida bajo pena de perder la cabalgadura con la que se había desplazado hasta la residencia del regidor.

Tampoco descuidó el Asistente asuntos como la limpieza de las calles, emitiendo un Bando el 20 de agosto de 1597 por el que condenaba a multa de 20 maravedís y diez días de cárcel a todo aquel que arrojase aguas sucias por las ventanas, y si el infractor fuera esclavo y su amo no quisiera abonar la multa, que se le propinasen cincuenta azotes. 

Hasta incluso decidió, tal era su poder, sobre el vestir de las gentes, como cuando ordenó que todos los sevillanos vistieran de luto tras la muerte de Felipe II en septiembre de 1598; las crónicas cuentan que "hubo tanta falta de bayetas que subieron á 18 reales la vara, y no se hallaba, y para Inquisición, Audiencia, y Cabildo y Contratación de Indias se gastaron 48 piezas de paño muy fino, porque hasta los criados y escribanos públicos y toda la justicia y sus caballos y mulas hubo luto, que fué la mayor grandeza que jamás los nacidos han visto.

Finalmente, en 1599, para alegría de muchos y tristeza de otros tantos, Puñonrostro abandonó Sevilla en dirección a la capital madrileña, donde aún prestaría notables servicios a la corona, falleciendo en 1610.