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11 noviembre, 2024

Bailén.

Transitada según en qué tramos, en esta ocasión nos vamos a recorrer una calle que en su tiempo pasaba por dos conventos, que fue escenario de robos y riñas a espadas, recibió varios nombres a lo largo de la historia e incluso a ella, cuando le dejaban, se asomaba cierto príncipe, viejo conocido de estas páginas, pero, para variar, vamos a lo que vamos. 

Desde San Pablo hasta casi la Puerta Real, la calle Bailén serpentea entre la Magdalena y el Museo; no deja de ser curiosa la serie de nombres que recibió en siglos pasados, pues el primer tramo, que coincide con la cabecera de la actual parroquia de la Magdalena (antiguo convento dominico de San Pablo) se llamó durante desde la primera mitad del siglo XV Dormitorio de San Pablo y también Pergaminería Vieja, mientras que el otro tramo, el que finaliza en Alfonso XII tras pasar por la cabecera de la iglesia de la antigua Casa Grande de la Merced, se llamó calle del Abc, sin que por supuesto tal denominación tuviera algo que ver con cierto periódico local, antes bien, historiadores locales como González de León lo atribuyeron a la presencia en esta vía de unas escuelas para niños en tiempos del rey Pedro I. 

Plano de Olavide. 1771.

Con un marcado carácter residencial, la calle albergó las sedes de importantes instituciones en su tiempo, como el Gobierno Civil, el llamado colegio de San Ramón (donde estudió el poeta Luis Cernuda entre 1913 y 1915) o una Casa Cuartel de la Benemérita, así como una Droguería o la afamada Botica de San Pablo, ésta casi en el comienzo de la calle que da a Murillo y San Pablo. Por cierto, el hecho de que los dormitorios dominicos dieran a ella sirvió para que a través de sus ventanales lanzara monedas de plata a los sevillanos el famoso (y falso) Príncipe de Módena durante su reclusión en el mencionado convento allá por 1748.

Plano de Olavide. 1771.

Sin embargo, dos sucesos destacan en esta calle, relatados por eruditos y cronistas:

El primero hace alusión a una revuelta popular, el denominado Motín de la Feria, acaecido en 1652 tras varios años de epidemias, malas cosechas y carestías. Levantada en armas parte de la población, cuenta Álvarez Benavides, siguiendo una relación anónima, que un grupo de sombrereros marchaba armado gritando aquello de "Viva el Rey, muera el mal gobierno", cuando uno de los sublevados, ya bajo los efectos del alcohol en abundancia osó gritar "Muera el Rey"; su muerte (la del sublevado ebrio) habría sido segura de no mediar por él, espada en mano, el alguacil Gonzalo de Córdoba, quien en medio de la tumultuosa refriega, mató de una certera estocada a un mozo, de Triana por más señas. La ira popular provocó que el infortunado alguacil pusiera pies en polvorosa para salvar su vida in extremis, refugiándose en el convento de San Buenaventura. 

Sin embargo, la multitud, deseosa de venganza, saqueó su casa de la calle Catalanes (ahora Albareda) y mató de forma brutal su caballo, "con tanta crueldad, que lo hacían pedazos como si lo hubieran de pesar a libras". Sin embargo, los rumores de que Gonzalo de Córdoba no estaba en la calle Carlos Cañal sino en el cercano convento de San Pablo, provocaron que la multitud sitiara el lugar, rodeando las calles Cantarranas, San Pedro Mártir y ésta que relatamos y exigiendo la salida del estoqueador. Pese a los ruegos de las autoridades, la gente no consintió en marchar hasta que los dominicos franquearon las puertas y la masa entró y registró palmo a palmo el convento, desde desvanes a bóvedas pasando por la propia celda del prior, con graves daños y sin conseguir capturar al alguacil, cuyo rastro finalmente se dio por perdido.

Foto: Reyes de Escalona. 

 El otro suceso, también recogido por Álvarez Benavides, tuvo lugar en 1849. Poco podían sospechar los vecinos de la calle que los pacíficos arrendatarios de la casa número 16 eran en realidad auténticos expertos excavaciones, y no arqueológicas, precisamente, sino en túneles y que con sus amplios conocimientos estaban construyendo un eficaz pasadizo subterráneo con todos sus aditamentos, un metro de ancho, metro y medio de altura y que era capaz de soportar el tránsito de carruajes por encima. ¿Cuáles eran sus intenciones delictivas? Parece ser que el túnel se dirigía hacia la cercana Tesorería de San Pablo, pero la casualidad o la mala suerte, hicieron que la obra bajo tierra fuera descubierta y detenidos los cacos "zapadores". Por cierto, al ayuntamiento le costó quinientos reales rellenar la zanja dejada por el túnel y aplanar la zona con total seguridad para viandantes.

Finalmente, a mediados del XIX el consistorio hispalense tomó el acuerdo de rotular Dormitorio de San Pablo con su actual apelativo, Bailén, que homenajea la victoria española contra las tropas napoleónicas en la batalla acontecida en 1808 y de la que salió consagrado como héroe nacional el general Castaños y en 1868 el nombre de dicha batalla pasó a figurar en todo el tramo, desapareciendo el simpático nombre de "Abc".                                            

Coincidiendo casi con esta circunstancia, en 1842 se derribó la primitiva parroquia de la Magdalena, dejando como testigo la plaza del mismo nombre, alojándose la parroquia en el antiguo convento de San Pablo. Como recuerdo, aún quedan en la propia calle Bailén algunas lápidas que sirven como recordatorio para pedir los Santos Sacramentos a deshoras, y ya que estamos con referencia históricas, en el número 38 de la calle se puede apreciar un azulejo que recuerda que en esa casa falleció en 1978 el pintor alicantino afincado en Sevilla Domingo Gimeno Fuster y, una vez pasada la casa hermandad del Museo, en la esquina de la calle con Alfonso XII otro azulejo recuerda, ahora que las tenemos tan desgraciadamente presentes por los sucesos de Valencia, una riada con este texto: 

"A las nueve de la noche del miércoles 28 de diciembre de 1796, siendo Asistente de esta ciudad el Excelentísimo Señor Don Manuel Cándido Moreno, subió el río en los contornos exteriores de ella hasta el nivel correspondiente al pie de este azulejo".

Vaya nuestro recuerdo, pues, para la buena gente de Valencia, para las víctimas de las inundaciones y para todos los voluntarios que están luchando contra la desolación y la desesperanza. Nuestro aplauso para ellos.



07 febrero, 2022

Santa Lucía.

 Cuando toca el turno de enumerar o analizar el grupo de las llamadas parroquias o iglesias mudéjares sevillanas, es inevitable recordar templos tan conocidos como los de Santa Marina, San Gil, Omnium Sanctorum o San Marcos, pero siempre, por desgracia, queda en el tintero una, muy cercana a San Julián, pero que tuvo un destino muy diferente al resto de sus "hermanas"; como siempre, vayamos por partes.

Muy cercana a la muralla y no lejos de la llamada Puerta del Sol, lo que no deja de tener su aquel dado el martirio y patronazgo de la propia Santa que le da nombre, al extremo de la misma calle Sol, la iglesia de Santa Lucía se ha considerado una de las más antiguas de Sevilla, pues se conocen alusiones documentales sobre ella ya en torno a 1285, como puso de manifiesto el profesor Ballesteros Beretta en 1913. El entorno, en el que abundaban huertas y vivienvas humildes, era además poco propicio en tiempos de lluvias, pues solía inundarse con mucha frecuencia al transitar por allí el husillo (muchas veces atascado) que pasando por la mencionada Puerta del Sol buscaba desembocar en el cercano Arroyo Tagarete, mientras que en 1574 se colocó una fuente pública en la plaza situada en la puerta principal del templo, a la que se añadió una cruz en 1649 como recuerdo de las víctimas de la Peste allí sepultadas durante la tremenda epidemia. 

Santa Lucía en 1831, dibujada por Richard Ford

 Paradigma de un tipo de templo muy concreto, con tres naves y planta de las denominadas "de salón", aunque no se conserva al completo su ábside, demolido parcialmente para la unión de las calles San Hermenegildo y Santa Lucía; además se sabe, con reservas, que fue sede fundacional de la Hermandad de los Panaderos y que esta corporación del Miércoles Santo poseyó capilla propia ya desde 1640, edificando con el tiempo almacén para sus pasos y enseres hasta abandonarla tras la incautación gubernamental de la que hablaremos a continuación. Como curiosidad, entre las insignias procesionales de la cofradía figura en la actualidad un guión o banderín dedicado a Santa Lucía, recuerdo de los años de estancia en esa sede. 


Tampoco puede olvidarse que fue sede provisional de la Hermandad de la Trinidad a comienzos del XIX con motivo de la invasión francesa y ser expropiado el Convento de la Trinidad (actual Basílica de María Auxiliadora); precisamente para los padres trinitarios trabajaba un matrimonio del barrio, Francisco y Josefa que tenía además a su cargo el devoto cuidado del altar de la Virgen de la Salud en la parroquia de Santa Lucía. Fruto de ese matrimonio será María de los Ángeles Guerrero González, quien será bautizada en Santa Lucía el 2 de febrero de 1846. Con el paso de los años, aquella niña se convertirá en Sor Ángela de la Cruz, fundadora de la Compañía de las Hermanas de la Cruz, y en su casa natal, ahora recoleto convento, se conservará la pila bautismal del templo en el que fue iniciada en la fe cristiana, mientas que la Virgen de la Salud es venerada en la Casa Madre de la calle Sor Ángela.

Punto de inflexión triste y clave a la vez será el año de 1870, cuando tras la Revolución de 1868 se proceda a la exclaustración de la iglesia que comentamos, la cual será vendida a un particular no sin antes realizarse un inventario de los bienes conservados en su interior, realizado por miembros de la Comisión de la Academia de Bellas Artes, quienes de este modo salvaron lo que pudieron, repartiendo elementos por diversos templos sevillanos, como por ejemplo el retablo mayor, que según Tassara y González fue trasladado a la Parroquia del Salvador y erigido en la cabecera de la nave la Epístola, o lo que es lo mismo, sería destinado a la Hermandad del Rosario y en la actualidad, desde 1921, alberga a los Titulares de la Hermandad del Amor. 

Puerta de la nave de la Epístola, recientemente restaurada.

Del mismo modo, es conocido que el cuadro de la Santa Titular del templo, obra desde siempre atribuida a Juan de Roelas y más recientemente a Jerónimo Ramírez, se ubicó hasta 1919 en la capilla de San Pedro de la Catedral de Sevilla, para pasar ese año a la Iglesia de San Sebastián, donde permanece, siendo restaurado por técnicos del Instituto Andaluz de Patrimonio Artístico entre 2019 y 2020.

Otras piezas terminaron en parroquias como la de Gibraleón, mientras que el retablo de la Virgen de Regla de la Hermandad de los Panaderos fue enviado a Espartinas y la sillería del coro concedida a la Sacramental de San Bernardo. 

Como muchos sabrán, la portada mudéjar fue desmontada pieza a pieza y vuelta a montar en la fachada de la iglesia de Santa Catalina, como recuerda un azulejo situado a su lado, en el año 1930 y a instancias de Rafael González Abreu, propietario por más señas de Santa Lucía en aquel entonces. 

¿Qué ocurrió con el edificio desde su cierre y desacralización? En primer lugar, su uso fue cedido a una asociación de carácter político llamada "Tertulia Democrática, Reunión de Artesanos Honrados", para con posterioridad ser vendido como edificio y convertido en fábrica de fósforos, propiedad de Salvador Pérez Gisbert, promotor de una industria que en siglo XIX y principio del XX conoció una gran expansión aunque no exenta de riesgos, ya que por ejemplo, un incendio fortuito en el interior del templo exclaustrado provocó daños irreparables en la torre, que quedó truncada en su parte superior como puede apreciarse en grabados y fotografías de la época. 

Igualmente, el espacio fue usado como cine, taller mecánico y demás usos que poco tenían que ver con la idea con la que fue concebido en la Edad Media, sin olvidar la creciente degradación de su entorno y el vaciado, literal, de todo lo que había en su interior, hasta que finalmente, pasando a propiedad estatala a comienzos de los setenta, tras ser expropiado como de utilidad pública y funcionar como subsede del Instituto de Conservación y Restauración de Obras de Arte hasta 1982. El edificio experimentará una restauración entre 1984 y 1992 de la mano del proyecto del arquitecto Laffarga Osteret, pasando a ser sede, por ejemplo, de la Orquesta Bética Filarmónica, del Programa Iniciarte (dedicado a la promoción del arte contemporáneo, hasta 2007) o el Instituto Andaluz del Flamenco. 

 Desde el 17 de septiembre de 2012 queda establecido entre sus muros el Centro de Documentación de las Artes Escénicas de Andalucía, creado en 1992 para atesorar todo lo relacionado con el teatro y la danza en Andalucía y que hasta 2010 estuvo localizado en San Luis de los Franceses, compartiendo espacio con el Centro Andaluz de Teatro. Como centro de actividades, promueve la difusión de todo lo relacionado con el teatro e incluso culturalmente posee su propia programación, sin olvidar servicios de préstamo, reprografía, contando las instalaciones con 32 puntos de lectura. En 2019 pasó a denominarse Centro de Investigación y Recursos de las Artes Escénicas de Andalucía, con lo cual al menos hay que destacar que Santa Lucía, con sus vaivenes históricos, permanece abierta y en uso aunque su destino inicial y el final tengan poco en común. 

Con nuestro agradecimiento al personal del CIRAE por las facilidades prestadas para realización de las fotos que acompañan este post.