Uno de los espacios más amplios de la ciudad, y de los que más variedad de usos ha tenido, es aquel que sirvió desde necrópolis-cementerio hasta campo de fútbol, pasando por cine de verano, lugar de ejecuciones inquisitoriales o real de feria de ganados. El lector avispado ya sabrá de por dónde "van los tiros", así que, para variar, vamos a lo que vamos.
La fundación de Sevilla, allá por el siglo VIII a. C., tuvo lugar con toda seguridad en la zona más elevada, una suave colina cuya cima ahora estaría conformada por los barrios de la Alfalfa y Santa Cruz, y con posterioridad, se extendería enmarcada en los cauces del Guadalquivir, el Tamarguillo y el Tagarete. Al sur, ocupando una extensa llanura, se situaría una enorme franja de tierra llana que con el tiempo, donada a la ciudad por Alfonso X en el siglo XIII, fue dedicada a pastos para el ganado del pueblo, y que con el tiempo, allá por el siglo XV, recibió el nombre de Prado de San Sebastián por la existencia de una ermita dedicada a dicho santo, ahora convertida en parroquia y sede de la Hermandad de la Paz, donde aún recibe culto una imagen de Nuestra Señora del Prado, realizada en madera tallada y policromada en el último cuarto del siglo XVI.
Richard Ford: Cementerio de San Sebastián. 1832. |
El Prado en el Plano de Olavide (1771), el número 175 corresponde al Quemadero de la Inquisición. |
Uno de los elementos más interesantes (y menos agradables) que conformaban aquel primitivo Prado de San Sebastián fue el denominado Quemadero de la Inquisición, y que el antes mencionado profesor Aguilar sitúa en la zona en la que actualmente se halla el monumento ecuestre del Cid Campeador (El Caballo, para entendernos, configurado entre 1927 y 1929). Utilizado por la Inquisición para ejecutar sentencias, constaba al parecer de un tablado de treinta varas de anchura por dos de altura, con un hueco central para encender la hoguera, sostenido por cuatro columnas empotradas en postes de ladrillo y campeando sobre ellas cuatro estatuas de barro cocido; ironías del Destino, según el poeta sevillano del XVI Alonso de Fuentes, el artífice que lo construyó fue el primero que en él se quemó, por descubrirse sus ocultas creencias judías.
Monumento a El Cid, Casino de la Exposición y, al fondo Pabellón de Chile. |
Aunque no es menos cierto que aquel espacio fue durante años zona de asueto y jolgorio para el pueblo, el hecho de que allí culminasen los autos de fe del Santo Oficio, como el celebrado el 13 de abril de 1660, en el que fueron quemadas vivas siete personas, confería a aquella zona un aire ciertamente amenazador; la multitud congregada para la macabra ceremonia que comentábamos fue tan numerosa en aquella ocasión que, como cuenta el ineludible Antonio Domínguez Ortiz, las autoridades hubieron de indemnizar a un labrador por haber pisoteado sus sembrados y cerrar las puertas de la ciudad para mantener el orden ante la enorme afluencia de gente, ordenándose incluso a los vecinos encender luces en balcones y ventanas por aquello de la "seguridad ciudadana".
Richard Ford: Prado de Sebastián. Detalle. 1832. |
Sin uso ya a finales del XVIII, pues a la Beata Dolores le cabe el triste honor de ser la última en ser pasto de las llamas tras morir ahorcada en agosto de 1781, todavía el 26 de abril de 1814 fue empleado, quizá por última vez, para quemar un pelele que representaba a Napoleón Bonaparte, burla ejecutada por vecinos de la calle Tintores. Ataviado con tricornio y banda plateada, el monigote llegó al lugar llevado sobre un asno tras pasear por las calles principales de la ciudad y recibir todo tipo de improperios. Una vez allí, fue tiroteado quemado y sus "restos mortales" arrojados al Tagarete, entre "Mueras" a Napoleón y gritos de júbilo.
No podemos olvidar tampoco que el Prado (a secas, como lo llamamos los sevillanos) era encrucijada de caminos: los que partían desde Sevilla hacia San Bernardo, Utrera y Dos Hermanas, incluso en 1775 se abrió una ancha calzada que conectaba el Prado con la Fundición de Artillería y San Juan de los Teatinos, a orillas del Guadaira. Por aquel entonces, lo afirma el catedrático Aguilar Piñal, el Prado ocupaba cincuenta fanegas, o lo que es lo mismo, unas treinta y cuatro hectáreas (ahora serían siete) y prosiguió modificando su aspecto; uno de los más significativos edificios será la Fábrica de Tabacos, cuyos cimientos comenzaron a colocarse en 1728 y su inauguración en 1757 interpuso el soberbio edificio entre San Diego y el Tagarete, pero en el siglo XIX un suceso cambiará para siempre el uso del Prado: la creación de la Feria de Ganados, germen de la Feria de abril.
Efectivamente, la iniciativa de los industriales Bonaplata e Ibarra de 1847, aprobada por el Ayuntamiento, culminará con la transformación de buena parte del espacio para la colocación de casetas, quioscos y atracciones de feria, sin olvidar detalles como la iluminación o la instalación de la famosa Pasarela, de la que hablamos en otro momento. Curiosamente, la caseta del Círculo Mercantil, una estructura metálica de carácter permanente que aún se conserva en una Bodega en las afueras de Bollullos Par del Condado, servirá de vestuarios a los jugadores del Sevilla F. C. cuando el club celebre allí sus encuentros futbolísticos entre 1913 y 1918. A todo ello habrá que añadir y destacar, sin duda, la aparición del ferrocarril en Sevilla con construcción de la cercana Estación de Cádiz o San Bernardo en 1902, la Exposición Iberoamericana de 1929, que configurará uno de los extremos de Prado con la Plaza de España y el propio pabellón de Portugal, o la ejecución de una serie de viviendas de carácter municipal entre 1938-1944 que vendrá unida a la nueva Estación de Autobuses, según planos del arquitecto Rodrigo Medina Benjumea.
Cuando en 1971 se inaugure el conjunto de edificios de los Juzgados poco quedará de aquel extenso Prado lleno de vegetación en tiempos medievales, de hecho, dos años después, la Feria se trasladará a Los Remedios y todo ese amplio espacio tendrá uso de lo más dispar, desde cines de verano hasta parques de atracciones (noria gigante incluida), pasando por efímero escenario de espectáculos musicales (aquellos "Cita en Sevilla" de los ochenta) o los actuales jardines, inaugurados en 1997, por no mencionar el casi "tradicional" Festival de las Naciones o, nos lo dejábamos en el tintero, que en aquel lugar, en 1916, intentó construirse un rascacielos.
Como el pasado siempre está presente, merece la pena destacarse el hecho, investigado por Laura Victoria Mercado Hervás en su tesis doctoral de 2020, de que durante la construcción de la estación de Metro del Prado y durante la preceptiva excavación arqueológica en 2004 aparecieron los restos de una necrópolis de entre mediados del siglos I a. C. hasta el siglo II d. C. con 196 enterramientos en cinco niveles que se ven interrumpidos por una inundación del Tagarete, lo que viene a demostrar la influencia de esta zona en la Hispalis romana, pero esa, esa ya es harina de otro costal.
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