Volumen nada más, base y altura.
(Gerardo Diego: Giralda)
Proveídos de cédula al afecto, y ciertamente no mal acompañados, no ha mucho gozamos inusitado privilegio de acceder a sus aleros y tejados, alcanzando altura nada desdeñable y poco recomendable para quienes de vahidos padezcan; sin embargo, justo es alabar el empeño del Cabildo Catedralicio por proveer que puédanse alcanzar tales altos, merced al pago de unos ducados que a buen seguro servirán para sostener a la “Magna Hispalense”, cuya piedra postrera fue colocada el día 6 de octubre de 1502, padeciendo embates de los tiempos y soportando con fiereza temblores de tierra como el llamado de Lisboa del día de Todos los Santos de 1755.
Si contemplar dicho templo desde su solería u orar en él sobrecoge grandemente el espíritu más tibio, transitar sus tribunas supone experiencia grata para el ánimo, y no menos placentero es descubrir vistas inéditas desde triforio o claristorio, recreándonos con deleite en belleza de coloridos vitrales.
Sin embargo, tras superar exigua escalera de piedra con forma de caracol, no mayor gozo para vista y entendimieto supone adentrarse en laberinto de contrafuertes, pináculos y arbotantes, admirándose labores de cantería próximas a filigrana y pasmándose por cómo “obra de locos” (al decir de sus creadores) pudo alcanzar tal belleza, quedando incluso marcas de maestros canteros como testimonio de su esfuerzo y labor.
Item más, causan pavor gárgolas de aterrador aspecto y fiero ademán, semejantes a monstruos del Averno que huyen del sagrado recinto o (afirman otros) parecen, empero, custodiarlo con su propia maligna ferocidad.
Item más, que desde tal pétrea cima puede apreciarse Hispalis, mas mentiríamos si añadiésemos que tal perspectiva no nos sorprendió por lo menudo que se vislumbra, pareciéndonos tan pequeña como singular y descubriendo cuán mínimas puede llegarse a ver a personas.
Resta como epílogo indicar que otro acicate para tales aleros recorrer, supone avistar a la Giralda desde otero inusual, pues, pocas veces tiénese tamaña ocasión de sorprendernos la hechura de su fábrica, mixtura mahometana y cristiana, coronada por Giganta de bronce.